Esta conmovedora novela de amor tiene mensajes muy importantes para nosotros, los jóvenes. A pesar de haber sido escrita hace algunos años, los temas que trata Carlos Cuauhtémoc Sánchez en su libro y las situaciones que relata son totalmente actuales. En él habla, por ejemplo, de la pornografía, denunciando esta mafia que causa un profundo daño a muchos. Uno de los personajes que aparecen en la novela se involucra en este mundo y termina realmente mal, mientras que el protagonista del libro, José Carlos, es capaz de liberarse de ella.
José Carlos pasa por una serie de aventuras para conquistar a la chica de sus sueños. Si, literalmente, se trataba de la “chica de sus sueños”, una mujer que él había idealizado, cautivado por sus ojos. Sheccid se convirtió en “su princesa”, y por ella será capaz de afrontar las situaciones más difíciles, vencer el mal para ser mejor cada día. Sin embargo, la verdadera Sheccid no es la que él se había imaginado. La idealización de la persona es un tema fundamental de esta novela, y no sólo de la novela, sino de la vida de muchos de nosotros, quienes solemos enamorarnos de un ser imaginario, y somos capaces de darlo todo por quien en realidad no es más que una ilusión, una “fabricación” de nuestra mente, de nuestros deseos, el ser “perfecto” que quisiéramos que fuera la otra persona. Finalmente José Carlos se choca con la realidad, una realidad dolorosa que le abra los ojos: “su princesa” no era la mujer ideal que él pensaba que era. Aquella mujer que siempre se había mostrado tan femenina y delicada, en realidad ella no era quien aparentaba ser.
Muchas veces nos hacemos una idea equivocada de la persona que queremos, simplemente porque la queremos, o porque nos queremos ver más allá de la apariencia, o porque nos sentimos irresistiblemente atraídas por ella. Entonces nos volvemos ciegos a sus defectos, a veces muy graves, y nos quedamos solo “con lo buena que es” esa persona. Nos ponemos una venda en los ojos y no somos capaces de ver quién es la persona en realidad. Le perdonamos TODO y LE DAMOS TODO hasta que nos chocamos con la realidad y “se nos abren los ojos”: la persona no es quien pensábamos ser, es un ser idealizado al que le habíamos colgado todas las características que nosotros queríamos que tuviese. La realidad resulta ser muy distinta a la imagen ideal que nos fabricamos cuando sin conocer bien a la persona simplemente “nos enamoramos” o “nos ilusionamos”. Podemos vivir tan engañados que nos negamos a ver la realidad, y si en algún momento tenemos el valor de abrir los ojos, es demasiado tarde. Ese momento, aunque muy doloroso, resulta a la vez ser liberador.
En el libro José Carlos cuenta como “su princesa” le dio la motivación y fuerza que lo hizo capaz de atreverse a muchas cosas, que lo ayudó a elevarse, a cambiar para bien. De ello rescato la importancia de tener en nuestras vidas amistades que nos motiven a ser mejores, influencias positivas que nos ayuden a salir de situaciones que a veces parecen no tener vuelta atrás. El amor verdadero nos ofrece una motivación muy poderosa para hacer lo que antes parecía imposible. Luchar por ser mejores, por superarnos, por vencer el mal para hacer el bien, siempre es posible cuando encontramos esa motivación, y cuando nosotros mismos somos esa motivación para otros. Pienso especialmente en el poder que tenemos las mujeres para ayudar a los hombres a elevar sus estándares. Y no solo el poder, sino también la responsabilidad: el hombre es capaz de respetar a una mujer, de llegar a ser un verdadero caballero, de luchar por ser mejor, si nosotras los motivamos a ser mejores. Pero si nosotras “les damos lo que quieren” simplemente “porque nos amamos”, si nosotras nos rebajamos a nosotras mismas para tenerlos contentos a ellos, nunca dejarán de ser unos “animales”. ¡De nosotras depende mucho que ellos dejen de ser “machos” para convertirse en hombres de verdad, en caballeros! ¿Y no es eso lo que una mujer quiere de un hombre? ¿Que la respete? ¿Que la ame? ¿Que sea capaz de dar la vida por una? ¿Que la cuide y proteja para siempre? Yo, al menos, sí quiero un HOMBRE para mí, y no solamente un “macho”.
Me llamó mucho la atención la perseverancia de José Carlos, un hombre que sabe ser obediente a sus papás y muy cercano a Dios. Creo que eso se ha perdido en estos tiempos. El respeto hacia los padres ya casi no existe, son pocos los que aun escuchan o buscan sus consejos y los respetan. Muchas veces he escuchado a mis amigas y amigos lamentarse por no haberles hecho caso a sus padres en su debido momento. Por otro lado pienso que tener siempre presente a Dios es fundamental para seguir un buen camino y no hacerte daño a ti misma/o. Lejos de Dios, una/o sencillamente se pierde. El protagonista nos enseña algo fundamental si queremos encontrar a la persona indicada: estar siempre en oración y ser constantes en perseguir nuestros ideales.
Al final del libro José Carlos escribe una novela sobre Sheccid. En este libro Sheccid muere, y es que la realidad le mostró que la imagen ideal que se había hecho de ella no existía. La Sheccid de sus sueños, la “princesa” que se había imaginado, no existía en realidad. Muchas veces luchamos inútilmente por darle otro final a nuestras historias y no queremos aceptar la verdad de las cosas. Queremos que la realidad se adecúe a nuestra ilusión, pero eso es imposible cuando se trata de personas. Aceptar la realidad es doloroso, se experimenta como una muerte, pero es necesario si no queremos vivir sufriendo toda la vida por estar esclavizados a una ilusión.
De verdad te recomiendo leer este libro porque tiene puntos de vista muy interesantes. Me ha ayudado a ver algunas cosas desde una perspectiva diferente y me ha ayudado a entender algunas cosas que me tenían algo confundida.
Ana Rafaela Barriga, 21 años, Perú.
Nota bibliográfica: SÁNCHEZ, Carlos Cuauhtémoc: Los ojos de mi princesa; C.V. México, Diamante, 2004.
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