Todo por dinero… ¿Puede usarse la libertad para matar? ¿En qué dios confían?
«Buscábamos sus debilidades y trabajábamos en ellas». Nunca les hablaban de alternativas o de riesgos y estaba prohibido referirse al «bebé»: «eran tejidos, células o productos. Pero yo estuve allí y he visto a estos bebés totalmente formados, desmembrados».
Live Action News recoge el testimonio de Deborah Henry, ex-trabajadora de un centro de abortos de EE.UU., ofrecido en una conferencia patrocinada por la Pro-Life Action League (Liga de Acción Provida).
Henry comenzó a trabajar en una clínica que no perpetraba abortos, pero sí ofrecía referencias a sus proveedores. En sus propias palabras:
«Después de un tiempo, quería abandonar la clínica porque no me pagaban suficiente. Un doctor me ofreció un puesto en su práctica privada en Livonia, así que acepté el cargo. Me explicó que hacían abortos, pero no pensé demasiado en ello. En ese momento, yo estaba a favor del aborto, y no reparé realmente mucho acerca de lo que era el aborto. Solía pensar en el aborto como la eliminación de un problema, en lugar de matar a un bebé».
Henry cree que muchas de las razones por las que las mujeres que daban a las mujeres para que abortaban obedecían a un «lavado de cerebro»:
«Las razones de las mujeres para abortar eran totalmente irreales. Ahora lo veo, pero en ese momento el lavado de cerebro me ayudó a entender que tenían que cometerlos. Nos dijeron que los asistentes médicos estábamos allí para ayudar a las mujeres, no importaba cuáles fueran las razones».
Henry revela que una mujer acudió para someterse a nueve abortos. Bajo el pretexto de «asesorarlas», los trabajadores de la clínica presionarían a las mujeres a abortar:
«Muchas mujeres no podían permitirse el lujo de tener hijos, así que se usarían ejemplos, como el precio de los zapatos de los bebés, de la ropa, el coste de criar a un bebé….Y si no habían terminado sus estudios, aludíamos al obstáculo que supondría para su educación, cómo tendrían que encontrar una niñera, quién iba a hacerse cargo de ese bebé… Buscábamos sus debilidades y trabajábamos en ellas».
Otra extrabajadora, Kathy Spark, reveló el uso de tácticas similares en la clínica abortista en la que trabajaba. También endulzaban el procedimiento de aborto:
«Tras las preguntas básicas, se les dijo brevemente lo que iba a pasar con ellas tras el aborto. Todo lo que se les dijo sobre el procedimiento en sí era que iban a experimentar un poco de dolor similar a calambres menstruales, eso era todo. No se les informó sobre el desarrollo del bebé. No se les dijo nada acerca del dolor que el bebé estaría experimentando, o los efectos físicos o emocionales que podría generar en ellas el aborto. Ellas no tenían idea de quién iba a estar allí para ayudarles cuando se vinieran abajo después. Fueron llevados a la sala, y, como ya he dicho, no se les había informado. Estas mujeres, básicamente, no tenían idea de en lo que se estaban metiendo. Sólo les dijeron que se tumbaran sobre la mesa y las desnudaron».
El abortorio en el que trabajaba Henry perpetraba abortos por el procedimiento de succión en los dos primeros trimestres de embarazo: desgarran al bebé a través de la máquina de succión y, en el segundo trimestre, se le desmiembra con fórceps. En la página web de Priest for Life se puede ver los diagramas de abortos de succión y los abortos D + E. También puede ver los restos de los bebés no nacidos abortados por succión a las 9 semanas y los restos de abortos D + E realizados a las 20 semanas AQUÍ (advertimos de su dureza: son imágenes muy gráficas).
Los consejeros de los abortorios se refieren a los bebés no nacidos como «grupos de células» u, otro viejo recurso, «productos” de la fecundación:
«Algunas mujeres se mostraban preocupadas por ello. Nos dijeron que para explicarles el aborto nunca podríamos utilizar la palabra «bebés». Siempre fue “tejidos”, “tejidos de células”, “grupos de células” o «productos de la concepción”»
Sin informar de las alternativas
Henry continúa:
«A las mujeres nunca se les dio ningún tipo de alternativas al aborto. Se asumió automáticamente que sólo ellas sabían lo que querían. Nunca se les dijo nada acerca de las agencias de adopción. Nunca se habló de la gente que ahí fuera estaba dispuesta a ayudarlas, a darles casas para vivir, a proporcionarles atención e incluso apoyo financiero. Los eufemismos que se utilizan -«grupos de células», «productos de la concepción», o simplemente el «tejido normal»- son todas mentiras».
«He estado allí, y he visto a estos bebés totalmente formados ya en las 10 semanas, un par de pulgadas de largo faltándoles una pierna, o con su cabeza arrancada. Estas son cosas con las que tengo que vivir ahora. Sé que el Señor me ha perdonado, pero nunca podré borrar esas imágenes de mi mente. Los sonidos de los huesos que se rompen, la visión de los bebés…».
Henry revela que muchas de las mujeres lloraban después de abortar. Describe lo que dijo la esposa del abortista:
«Uno de los famosos recursos cuando las mujeres lloraban tras el aborto era que viniera la esposa del médico. Tocándoles en el hombro les decía: «Está bien, cariño, todo el mundo comete errores; por eso los lápices tienen gomas de borrar». ¿Cómo se puede borrar ese pensamiento de la mente? ¿Dónde está ella, cuando esta mujer amenaza con suicidarse porque se da cuenta de que mató a su hijo, y que su bebé no va a volver? ¿Dónde está ella entonces? Ella no está, se encuentra contando su dinero y comprando coches nuevos, o lo que sea. No le importa».
*El testimonio completo de Deborah Henry lo encuentran publicado por ClinicQuotes, sitio web dedicado a la exposición de la industria del aborto y dirigido por Sarah Terzo, liberal provida y miembro de los grupos provida Pro-Life Alliance de Gays y Lesbianas y Pro Secular Life.
FUENTE: HAZTEOIR