Hace dos años tuve un novio. Cuando iniciamos la relación yo tenía 16 años y él 17. Al inicio fue una relación muy bonita y sana, pero al pasar el tiempo las cosas cambiaron y ya nada era igual. ¿Por qué? Por entrar en un terreno nuevo, desconocido. No niego que al inicio la curiosidad y el deseo me ganaban, y por eso llegué al punto de caer. Sí, me refiero al sexo. Con sinceridad les puedo decir que no era algo que después de hacerlo me dejaba feliz, al contrario, dejaba en mí una gran intranquilidad, sentimiento de culpa, miedo, rechazo a mí misma, tristeza, vergüenza ante Dios… y mucho más.
A pesar de sentirme así no había marcha atrás y no sabía cómo parar la situación, así que seguí en lo mismo solo por el hecho de satisfacerlo a él y para que no se fuera de mi vida. Es que yo había llegado a un punto en el que no sabía vivir sin él y prefería entregarme por un instante a dejarlo ir, tanto así que lo hacía aún sabiendo que él buscaba a otras chicas porque yo no le daba todo lo que él realmente quería.
Recuerdo esos momentos de miedo en los que no sabía si estaba embarazada. Eran momentos horribles. Me invadía la desesperación, no sabía qué hacer, a donde salir corriendo; solo en eso pensaba.
Mis lágrimas eran de todos los días, no paraba de llorar porque todos los días discutíamos por todo. Sus infidelidades eran muy frecuentes y yo siempre se las perdonaba. ¿Por qué? Pues pensaba que “si yo le entregué mi virginidad a él, ahora él se tiene que casar conmigo y punto”.
Llegó el día en el que todo finalmente se terminó. No fue un final muy bonito: él llegó al punto de tirarme contra una pared, por una discusión. Él ya solo quería su propia satisfacción, de hecho, días antes de terminar yo le dije que ya no quería tener más relaciones con él y él, con toda la tranquilidad de mundo, me dijo: “¡Qué me importa! Yo me puedo ir a un prostíbulo y me acuesto con muchas”. Yo simplemente me quedé callada y entré a mi casa.
Pasaban los días después de haber terminado y caí en depresión. No sabía cómo superar el haber entregado mi virginidad a alguien que no la valoró y simplemente se fue. Empecé a pensar que ya mi vida no tenía sentido, que quién me iba a querer si ya no era virgen, que ya no era digna de ningún chico, y me recriminaba porque había sido tan tonta… Andaba hundida en mi tristeza, con todos esos malos pensamientos en mi mente, cuando me topé con La Opción V. Gracias a LOV encontré una esperanza, encontré apoyo y aliento para salir de esa situación. ¡Gracias a LOV aprendí a perdonarme y valorarme nuevamente a mí misma!
Hice una promesa de castidad un 17 de marzo del 2014. Puedo decir que aquel día Dios me regaló una nueva virginidad en el sacramento de la confesión. Me arrepentí tanto, pedí perdón a Dios, y Él fue tan misericordioso que me perdonó y puso en mi vida las personas y los caminos para poder cumplir esa promesa. Han pasado 16 meses y hasta el día de hoy, por gracia de Dios, me he mantenido firme en esta lucha. Han sido meses de mucho esfuerzo, porque las tentaciones no faltan, pero ahora pienso en mi futuro esposo y me fortalece en mi opción la conciencia de que él se merece todo lo renovado que Dios ha hecho en mí.
Pero aunque mi vida ahora ha cambiado completamente gracias a La Opción V, aún tengo que cargar con las consecuencias de aquella mala decisión. ¿Recuerdan que les conté que él mantuvo relaciones con otras chicas cuando estaba conmigo, y que yo le perdonaba todo? Pues hace meses que debía realizarme el examen del Papanicolaou y una biopsia, y al principio no quería porque me hacía volver a aquellos recuerdos que aún me lastimaban. Finalmente logré hacerme los exámenes y hace dos semanas detectaron que estaba infectada con el Virus de Papiloma Humano (VPH). Yo no lo podía creer, no sabía cómo reaccionar ante la terrible noticia que me dio el doctor. En mi angustia pensaba: “pero si solo tuve relaciones con una persona, ¿cómo pudo pasar? ¡No entiendo!” Es obvio: mi ex tuvo relaciones con otras y se contagió, y él me contagió a mí.
Lo cierto es que ahora tengo esa enfermedad y estoy en tratamiento. Ya tuve mi primera criocirugía cervical, y la verdad que no fue algo muy agradable. Los dolores han sido muchos. En momentos como estos no dejo de pensar que todo esto lo pude haber evitado si hubiera pensado las cosas mejor y no me hubiese dejado llevar por la curiosidad que fue despertando en mí todo el tema del sexo. Hoy, la verdad, temo que me rechacen por tener esta enfermedad.
Chicas, por favor, ¡piensen bien lo que van hacer y no se dejen llevar por el momento, por la curiosidad, por promesas de un futuro matrimonio o por palabras lindas! ¡Piensen en todas aquellas consecuencias que les traerá para su futuro la decisión de un momento! ¡Cómo quisiera yo retroceder el tiempo! Ahora, a mis 19 años, quisiera con toda mi alma no haberme entregado a ese chico, no tener una enfermedad de transmisión sexual y no temer al rechazo de las personas. Pero retroceder el tiempo no se puede, ahora solo me queda asumir las consecuencias de mis actos, ser valiente y mantenerme en este camino que he elegido y me ha hecho nuevamente libre y feliz: la Castidad. Les aseguro que ya no volveré a cometer el mismo error en mi vida, y tampoco quisiera que ustedes lo cometan. Por eso he querido compartirles mi historia.
Anónima, Costa Rica, 19 años.
Testimonio escrito para La Opción V.
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