Los enamorados suelen tomar como “juego” o caricias “normales” ciertos avances que dañan el verdadero amor…
¡Hola! Tengo 28 años y tuve mi primer enamorado a los 16. Estuvimos juntos por 3 años. Fue la primera ilusión, los primeros besos, las primeras caricias que despertaban emociones intensas y muchas veces desordenadas. Fue solo hasta que me preguntó que si quería tener relaciones sexuales cuando me di cuenta a lo que todo eso me estaba llevando, y en lo que había caído aquella relación por la falta de pureza. Sentí mucho miedo. Además de que eso no era lo que quería, iba en contra de lo que anhelaba vivir, así que opté por terminar la relación.
Tuve un segundo enamorado a los 21 y estuvimos juntos por 3 años. Fue una relación diferente a la anterior, sin embargo, se daban las mismas situaciones en las que yo me exponía. Sin haber llegado a tener relaciones sexuales, experimentaba una sensación de vacío, de haber defraudado a Dios y a mí misma. Mi vida no estaba siendo coherente con mis anhelos más profundos. Sin embargo, no era tan valiente como para decirle: “¡esto no es lo que yo quiero!” Había algo que me impedía ver con objetividad y claridad lo que realmente necesitaba, un amor verdadero, y lo que había entre nosotros definitivamente no era amor. Pero en vez de cuidar de mí misma, predominó en mí la frase: “Pobre, va a sufrir si termino la relación”.
Finalmente, al darme cuenta que era algo que no nos estaba haciendo bien, le expliqué mis razones y le dije que lo mejor era terminar. Él no entendía, no quería, pero a la vez hacía hincapié en que la culpa era de los dos (que hasta cierto punto era cierto). Después me llamaba, me escribía y me insistía para regresar, pero yo me mantuve firme porque estaba segura que había tomado la decisión correcta por la paz que experimentaba.
Desesperanza y confusión fue lo que viví posteriormente. Cada oportunidad que se presentaba al conocer a alguien, terminaba en fracaso, pues las nuevas relaciones que establecía terminaban porque ya tenían enamorada y lo ocultaban. Esta situación generó una profunda decepción en mí y a la vez llegué a pensar que no era digna de conocer a alguien que en realidad me amara por quién soy.
Dar a otros el consejo de que las cosas se darían en el tiempo señalado por Dios al principio era fácil, pero cuando tocaba vivirlo en la propia vida aparecían en mi mente un sinnúmero de ideas y criterios errados que me llevaban a la esperanza. Ahora, luego de lo que he vivido, puedo decir con total certeza que el tiempo de Dios es perfecto, que nos ama tanto y sabe en qué momento permite que pasen las cosas procurando nuestro bien. Gracias a Dios, en el camino fui encontrando a personas que con su testimonio o con un consejo me ayudaron para poder darme una nueva oportunidad.
Muchas veces rezaba por la persona que Dios tenía pensada para mí, en el lugar del mundo donde estuviera, para que sea un hombre que se esfuerce por llevar una vida cristiana coherente. Y resultó que esa persona estaba más cerca de lo que me imaginaba… hoy estoy con él. Hay una lucha constante por vivir la castidad en nuestra relación, no es fácil. Pero sabemos que de la mano de Dios y, por supuesto, con nuestra colaboración inteligente (actuar prudente, comunicación, confianza, humildad) la seguiremos conquistando cada día.
Desde mi propia experiencia quiero invitarte a ser muy sincera contigo misma, a tener la suficiente valentía –cuando es el caso– para terminar una relación que no te hace bien y que no te permite crecer como ser humano. No importa lo que él sufra de momento, no se trata de seguir en una relación dañina “para que no sufra”, o para no sufrir tú al quedarte sola. A veces nos justificamos para no terminar una relación que nos hace daño auto-convenciéndonos de que somos egoístas si terminamos la relación, pero no es así, al contrario, hacerlo es vivir la caridad para con la otra persona, pues no la mantienes en la ilusión haciéndole pensar que “todo está bien” y que “tú estás bien” cuando es mentira. Por último, es un acto de verdadera caridad para contigo misma, pues las heridas que te haces al seguir en una relación que te daña son profundas y difíciles de curar y en el futuro esas heridas harán difícil que puedas amar y ser amada de verdad.
A. V., 28 años, Ecuador.
Testimonio escrito para La Opción V:
https://www.facebook.com/LaOpcionV
http://laopcionv.wordpress.com
* ¡Este Blog es un espacio creado para ti! Tú también puedes enviarnos tus preguntas, testimonio o reflexiones a laopcionv@gmail.com, con nuestro compromiso, si tal es tu intención, de guardar tu identidad en la más absoluta reserva. Con tu colaboración y participación podremos ser cada vez más quienes creemos que el amor verdadero sí existe, y que el camino para alcanzarlo es la castidad!
** Todas las publicaciones en este Blog son de propiedad de La Opción V. Pueden ser difundidas libremente, por cualquier medio, consignando siempre la fuente. Está terminantemente prohibida su reproducción total o parcial con fines de lucro.