¡Hola! Tengo 17 años y hace ya casi medio año hice una promesa de castidad. Hoy puedo decirles que optar por vivir la pureza ¡fue la mejor decisión que tomé en mi vida! Hace casi dos meses mi enamorado y yo terminamos (después de 1 año y medio de relación), y claro que fue por buscar la felicidad de ambos. No fue tan trágico como muchos rompimientos a mi edad; podría decir incluso que fue una bonita experiencia. Si no hubiéramos decidido hacer nuestra promesa de pureza a tiempo, creo que eso no habría sido igual. Esa promesa nos hizo muy fuertes y nos ayudaba a amarnos de verdad: sin egoísmos, buscando siempre nuestra verdadera felicidad, respetándonos, creciendo juntos, siendo verdaderos amigos, sin pasar los “límites”, viéndonos como Dios nos vería. De hecho no era tan fácil como creía que iba a ser, era un constante combate, en gran parte que la sociedad siempre te presiona en la dirección contraria. ¡Pero sí se puede y vale la pena esperar y hacerse respetar!
Con las charlas y libros que nos recomendaban aprendimos un montón, y nos ayudó mucho a formarnos y crecer juntos. Eran como armas en esta lucha. Así también recibir los sacramentos nos daban la fuerza necesaria. En la misa, cada homilía me decía algo nuevo, algo que me era muy útil en la semana para vivir la castidad a diario. Solo tenía que estar con los oídos bien abiertos a lo que el Señor quería decirme. Escribir también me ayudó a categorizar lo que sentía y a plasmar todo lo que me llamaba la atención, porque era eso lo que Dios me decía. De hecho, la oración constante me ayuda mucho, pues sé que Él está siempre conmigo y puedo recurrir a Él en cualquier momento. Él nunca me va a dejar, y quién mejor que Dios para aconsejarme tan bien. Y bueno es un medio también para agradecerle por todo.
Algo que me costó mucho fue entender que cada vez que el sacerdote consagraba el pan, Dios moría de nuevo por mí. Pero cuando abría mi corazón y ponía toda mi atención en Él, podía ver que ahí estaba mi valor, es decir, ¡MI VIDA VALE LA DE CRISTO! Eso era lo que siempre me repetía para saber valorarme y hacer respetar mi dignidad de persona. Porque cada uno de nosotros es un tesoro que no debe ser echado a perder. Él ha muerto por nosotros y lo más razonable es vivir como debe de ser, y ser agradecidos con Él. Si no su muerte sería en vano.
Otra arma que me ayudó mucho fue la confesión. Nunca tuve relaciones sexuales con mi enamorado, pero sí hubo momentos en los que las caricias pasaron los límites. Parecía algo normal porque todos te dicen eso. Pero, en realidad, en el fondo sabía que no me estaba haciendo respetar, que no me daba cuenta del valor que yo tenía. Con las charlas que recibí aprendí que el mejor medio para sanar esos errores, era la confesión. Dios entiende que somos frágiles y podemos caer. Él nos ama demasiado y no hay nada más reconfortante que pedir perdón de corazón. La confesión me daba fuerzas para levantarme y volver al combate con más energías. Fue muy bueno ponernos medios para evitar esas situaciones, como no estar solos en un lugar muy oscuro, o en la casa de unos de los dos, también poner límites a los besos. Y bueno, los dos poníamos mucha fuerza de voluntad.
Quizás estos límites parecen como algo muy opresor, algo que te impide “disfrutar el amor” y ser “feliz”. Pero realmente vivir así nos hacía más libres y verdaderamente felices. Libres porque ya no había ese miedo de: “¿y qué pasa si mis padres nos ven?”. Libres porque la pasión ya no nos esclavizaba, pues cada vez nos hacíamos más fuertes para dominarla. Éramos cada vez más dueños de nosotros mismos y estábamos felices porque ambos nos respetábamos y nuestra amistad crecía cada vez más. ¡Yo me sentía en paz conmigo misma! Aparte de eso, había mucho más tiempo para hablar de nosotros, compartir experiencias y conocernos más.
Bueno, al final, pudimos darnos cuenta de que no éramos el uno para el otro. No me puedo quejar de todo ese tiempo que pasamos juntos. Dios sabe porqué pone a estas personas en tu camino. Finalmente sé que él fue como la mariposa que te anuncia que algo hermoso vendrá más adelante (la primavera).
A veces las chicas de mi edad pensamos que vamos a pasar el resto de nuestras vidas con el chico que estamos, y puede que sí, pero también puede que no. Y si existe esa posibilidad, yo pienso que es muchísimo mejor optar por vivir la pureza en todas nuestras relaciones, ya que así nuestra dignidad no quedará rebajada por algunas malas decisiones que podríamos tomar antes de tiempo. Pienso que es genial y hermoso poder entregarle un corazón puro a esa persona con quien me casaré, y sé que también él será especial para mí por vivir lo mismo que yo me he comprometido a vivir.
Anónima, 17 años.