Después de la violación que sufrí (Me violaron y quedé embarazada…) me volví una mujer muy insegura. No creo con facilidad que un hombre me quiera, me respete y que me pueda ser fiel. Y es normal… También me volví una mujer muy demandante de afecto. Por esto comencé a tener relaciones sexuales con un novio que tuve posterior a esto (y que nunca supo nada de lo que pasó). Quería ser “tocada con amor”, eso me repetía yo. Y eso no estuvo bien, porque yo usé a un hombre muy bueno, que me quería mucho, pero para llenar algo que él no podía llenar. Él único que podía llenar ese vacío y reparar esas heridas era Dios, y por no volver a Dios como hija, me volví a un hombre como una mendiga.
La relación se fundó mal, no había nada malo en él, de hecho, él respetó mi opción cuando le pedí no tener más relaciones sexuales, pero no había verdad entre nosotros, aquí no hay culpables. Ambos habíamos entregado todo antes de amarnos, no teníamos nada más que entregar, la relación murió sola.
Me volví por un tiempo en una mujer para la que “todo vale”: vale tener sexo “si ambos nos queremos”, vale porque “hace daño a nadie”. Con el tiempo —bastaron un par de meses— me di cuenta que no era así. Yo ya conocía a Dios, ya conocía lo grande que es mi corazón, conocía mis anhelos, y mi corazón no se reparaba ni con sexo ni con el cariño de un hombre: mi corazón se repararía con amor de verdad.
Sí, hoy puedo asegurarles que el amor lo cura todo, pero el amor que cura, es el amor que proviene de “Aquél que hace nuevas todas las cosas”. El amor que cura, lo trae Jesucristo, y todos aquellos que te aman con un amor como el de Jesús.
Si tú te encuentras en una situación parecida, yo te digo: no creas lo que el mundo te dice, porque al mundo no le interesas tú, al mundo le interesa su progreso, y no importa a quien atropelle con ello… ¡Busca a Dios, y pídele como una hija le pide amor a su padre!
Han pasado cerca de cuatro años y ha sido DURO. Tengo a una familia maravillosa está a mi lado siempre, y ahora tengo un novio con un corazón de oro. Él ha sido paciente conmigo y que me ha apoyado en todo.
Con él quise ser sincera desde un comienzo, me costó tanto hacerlo parte de una parte de mi corazón que estaba profundamente herida. A él le costó mucho, sufrió harto, me ha pedido ser su esposa, y con mucho dolor él ha ido asimilando estas cosas que viví. He contado con su apoyo todo este tiempo. A él lo conozco desde niña, y mi recuerdo de él, de su infancia-adolescencia, es que él pedía a Dios estar dentro de los que defienden la línea de batalla, de esos que nunca envainan la espada… y conmigo, ha sido así, ha estado en mis momentos más difíciles, a veces con una palabra precisa, y otros con un silencio compasivo, pero ha estado mostrándome que él es el hombre que Dios pensó para mí desde siempre.
El camino es muy cuesta arriba. Tengo apoyo psicológico y psiquiátrico, y eso no lo hace más fácil, no no no, acá nada es fácil. Pero confío…
Después de estos cuatro años valoro mucho los sacramentos. En la confesión Dios te hace nueva, no por acto de magia, si no por un acto de amor contigo. Creo firmemente en la familia, creo en el matrimonio, y estoy FELIZ, MUY FELIZ preparándome para mi matrimonio que será dentro de un año. Creo en mi valor, por ser hija de Dios, y creo también que sola, me habría seguido hundiendo. Con humildad, reconozco que necesito de los demás.
Me animé a escribir todo esto, después de escuchar una charla del Padre Jürgen, pues para tocar mi corazón él necesitó de todos los testimonios y relatos que recogía de jóvenes que lo buscaban para desahogar sus corazones. También porque he ido leyendo todos los relatos en el Blog de La Opción V. Muchos de ellos me alentaron a mí también a luchar por mi pureza. Si él puede hacer tanto bien con nuestro granito de arena, ¿por qué no aportar el mío? Quien quiera que sea que lo hayas leído, ¡espero que te ayude como a mí me ayudaron tantos testimonios!
Yo no soy psicóloga, no soy terapeuta, no soy especialista de ningún tipo, soy una chica de 24 años, que pasó por cosas horribles, hechas por hombres cobardes, y todas estas cosas, me han hecho tener miedo. Pero con Dios ese miedo se ha transformado poquito a poquito en ganas de cambiar el mundo de la forma concreta en la que Dios me la pide: siendo una buena madre y esposa. Y para ello, también he encontrado el apoyo y amor de un hombre maravilloso, porque también los hay.
Carmen, 24 años, Chile.
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