ADVERTENCIA: Este testimonio puede herir la sensibilidad de algunas personas, o parecer chocante por lo explícito de algunas descripciones, y es responsabilidad de cada uno leerlo o no. Al publicarlo bajo un pseudónimo, como su autor nos ha pedido, queremos que se entienda el drama que viven muchos jóvenes cuando se daña su inocencia, así como la deformación que produce en sus mentes actos que son perversos y pervertidores, y que alentamos a quienes lean este testimonio a rechazarlos con toda radicalidad y valentía. Jóvenes de LOV: las cosas de diverso calibre sexual que les puedan pedir otras personas (tocamientos, masturbación, sexo oral o de cualquier otra naturaleza, envío de fotos provocativas o desnudas, conversaciones eróticas, etc.) no son sanas ni aceptables, vengan de quien vengan. El daño que causan es terrible, muchas veces irreversible, y tarde o temprano ese daño se evidencia a nivel físico, sicológico o espiritual.
¡Hola a todos! Les escribo para contarles lo penosa que fue mi vida y la gran solución a mi miseria. Sí, yo estuve bajo la esclavitud de la pornografía, pero a esto se le sumó algo que no siempre es muy común en todas las personas: a mí, siendo un varón, me gustan los chicos… Lo único que les pido es que no piensen que yo soy un homosexual que apoya el matrimonio igualitario ni nada de eso, fui educado en una familia con valores morales y cristianos, y mantengo esos valores.
Todo esto empezó cuando yo tenía cinco o seis años, cuando un chico mayor que yo me llevó a un baño, no recuerdo con qué excusa, y me mostró sus genitales pidiéndome que yo hiciera lo mismo. Yo era un niño inocente. Al principio me resistí, pero él me insistió tanto que yo cedí. Luego me dijo que le hiciese una especie de sexo oral y, para demostrarme cómo era, él me lo hizo a mí. A eso sí me negué porque, siendo chico, yo sabía que esas partes eran un lugar de microbios y bacterias. Al no hacer lo que él quería, se empezó a masturbar para que yo aprendiera…
Después de este suceso, que me dejó un poco mareado, yo ya no fui el mismo. Desde entonces empecé a pensar en los órganos genitales masculinos de mis compañeros, ¡y yo apenas iba al jardín de infantes! Con estos pensamientos dándome vuelta en la cabeza, mi vida continuó hasta que años más tarde, de parte de unos chicos de mi edad, me enteré de todo lo relacionado al sexo. Entonces la curiosidad comenzó a comerme vivo, aunque no llegué a ver nada “subido de tono”. Las conversaciones entre los de mi misma edad eran muchas veces sobre este tema “tan emocionante” para un niño que va creciendo en edad y preparándose para la adolescencia.
Cuando tenía diez años comenzó a gustarme una chica. ¡El primer amor! Ella era hermosa para mí, rubia, sus ojos, si mal no recuerdo, claros. Tenía una risa muy descontrolada, pero no por eso me dejó de gustar. Era pensar en ella todas las noches y verla por la tarde… Después de un tiempo ella ya no me gustaba tanto, y más tarde, cuando se enteró de que ella me gustaba, se puso hostil conmigo, me trataba mal y contaba sobre su nuevo amor, rubio y de ojos azules. Eso marcó “el inicio del fin”. Al terminar ese año ya ni me interesaba esa chica, aunque ya había descubierto lo que era enamorarse. Hoy en día es desgarrador para mí el no poder revivir estas experiencias, porque sencillamente ya no me atraen las chicas.
Ahora viene el comienzo de la peor etapa de mi vida: la pornografía y, cuando estuve más desarrollado, la masturbación. Son dos cosas que me atrevo a llamar MALDITAS, porque me arruinaron y me rebajaron a lo más miserable que puede haber.
Cuando yo tenía 11 años una persona me hablaba tanto de la pornografía y yo, estando en su casa, por esa curiosidad inmensa, empecé a consumir esa basura esclavizante. Al principio no me enganchó, pero cuando pasaron los meses volví a ver, acompañado de la masturbación que practicaba aun sin ver pornografía.
A los 12 me cambié de colegio y empecé a ser un poquito menos tímido de lo que era. Eso fue el inicio de mi horrible situación, porque fue en ese año en que me empezó a gustar un chico, a pesar de que yo me opusiera con todas mis fuerzas, no podía evitar pensar en él, y él estaba en mi clase.
Los tres años siguientes fueron un tormento, años de depresiones, algunos llantos, masturbación, pornografía, chicos que me gustaban, resistencia (¡yo no quería que me gustaran mis compañeros, pero me gustaban!). Fueron años de confesarme y volver a caer, de sentirme miserable, sin amigos a causa de mi timidez, pero hubo alguien que siempre estaba dispuesto a ayudarme con la pureza: el sacerdote de mi colegio, a quien ahora le debo mi felicidad. Él siempre estaba dispuesto a ayudarme, a confesarme y a volverme a confesar. Llegó un tiempo muy largo en el que yo caía cada semana y él siempre me ayudaba y aconsejaba. Llegó el día en que le comenté sobre mi problema con los chicos, y él me dijo que era normal que se diera en personas que cumplían con algunas características que yo cumplía. A partir de entonces no volví a mencionar el tema, pero la vida se tornaba dura lejos de Dios, encerrado en mi problema sin decirle nada a nadie y sin consuelo para mi mal.
Un día la depresión fue tan fuerte que decidí lastimarme, quemándome la mano (fue un poco, nada más) y semanas después yo ya estaba tan mal que agarré un cuchillo y me hice un corte, pero muy superficial. Al día siguiente la depresión era tanta que lo único que quería era escuchar música y pensar en qué le iba a decir a mi confesor para que me aconsejara y me dijese qué hacer. Pero era tanta la vergüenza mezclada con el miedo de que algo malo pasara que me hice cortes en el brazo para ir a hablar con el padre, prometiéndome que si no hablaba los cortes que me haría serían más profundos. Hasta que llegó el día en que hablé con mucho miedo a mi confesor (¡yo temblaba terriblemente!), fue largo decir lo que tenía adentro, lo que me arruinaba el alma, lo que me estaba matando.
Él fue comprensivo, me aconsejó tener más amigos, salir de mi encerramiento, romper mi timidez y sobre todo, me animó a seguir viviendo con felicidad, después de todo, yo no era el único que tenía este problema. Pero me aconsejó ir a un psicólogo, por lo que debía hablar con mis padres, algo que me resultaba espantoso por las espantosas consecuencias que podría traer… ¿Qué podrían decir ellos sobre un hijo homosexual, siendo ellos defensores de la familia tradicional? Yo no tenía fuerzas para hacerlo, pero después de un año me lo propuse con firmeza y lo hice. Hablé con mamá y ella fue comprensiva, algo que no esperaba.
Fue desde entonces que empecé a ir al psicólogo, pero ese año también había sido distinto por algo: fui liberado de la esclavitud. Un Miércoles de Ceniza me confesé, como tantas otras veces, y no volví a pecar nunca más de actos impuros, ni de pensamientos de la misma naturaleza. Cabe destacar que yo, en los cortos períodos en que estaba en Gracia de Dios, pedía con mucha frecuencia ser sanado de estos males que me atormentaban, pero siempre volvía a caer.
Estaba entrando en una etapa de ordenamiento de las pasiones, sólo debía ordenar mi sexualidad, algo que hasta entonces no lograba. Uno de los peores tiempos que viví en mi vida fue el año pasado. Si bien había puesto mi vida en las manos de Dios y de la Santísima Virgen y vivía la pureza, yo atravesaba un profundísimo dolor. Se trataba, como siempre, de mi atracción por los varones, pero esta vez era un chico en especial que me gustaba, sólo pensaba en él, y esto me llevó a preguntarme si de verdad yo podía amar a uno de mi mismo sexo, pero yo sabía que ese amor no puede existir y ese es el gran padecimiento que sufrimos quienes tenemos esta atracción por personas del mismo sexo. Lo que hice fue poner tanto sufrimiento en las manos de Jesús, buscando como Él cumplir la voluntad del Padre a pesar de que yo no quisiera lo mismo. Entonces mi padecimiento tomó sentido, porque ¡con él me hago santo y puedo ofrecer un sacrificio agradable a Dios! Todo tenía sentido, aunque eso no quitaba que haya sido y sea difícil mantenerme en pie.
Quiero que el mundo entero sepa algo: la pornografía es como una droga. A mí me calmaba, me ayudaba a pasar mejor mis días de sufrimiento, me anestesiaba… Pero las consecuencias eran las mismas, siempre llegaba un punto en el que era desesperante no encontrar verdadera felicidad en ella y, a fin de cuentas, yo era un total dependiente de sus efectos… Es una forma de autodestruirse.
Me animé a escribir mi testimonio para lograr ciertos objetivos: ayudar a quien este dominado por la masturbación, la pornografía y el sexo y animarlo a que luche con alma y vida para seguir el camino de la castidad; animar a todos aquellos que se sientan atraídos por personas del mismo sexo, para que luchen y no crean que todas las ideas de libertad que el mundo ofrece son verdaderas, alentarlos también a que busquen su consuelo en Cristo, que nunca defrauda.
También quiero pedirle a todos los católicos y hombres de buena voluntad del mundo entero que si hablan de los homosexuales siempre tengan en cuenta el ENORME SUFRIMIENTO que cargan sobre sus espaldas, aunque no todos elijan los mejores caminos, y que sus corazones se conmuevan y los muevan a ayudar a las personas a salir de esta horrible situación y hacer que esto que tú estás leyendo sea leído por todos. Quiero que se sepan, por mi testimonio, que hay hombres y mujeres con una afectividad y sexualidad desordenada que sufren por querer salir de esta situación y pelean con uñas y dientes para vivir la castidad.
Por último quiero pedirle a todo aquel que haya tenido la bondad de leer esto que lo comparta lo mas que pueda, es mi gran deseo que el Santo Padre, el Papa Francisco, lea esto y dé un mensaje a todos los que como yo, llevamos esta cruz a cuestas. Por favor, es lo único que pido, simplemente compartir por redes sociales o conversaciones lo que digo, para que se entienda que homosexualidad no es siempre desenfrenos y libertinaje, porque seremos pocos los que nos oponemos a leyes contrarias a la naturaleza pero aportamos nuestro granito de arena para que el mundo sea mejor.
¡Agradezco mucho que hayan leído mi mensaje! Que Dios los bendiga a todos.
Antonio de Figueroa y Ferreira, 16 años, Argentina.
NOTA: Para quienes están en esta lucha y buscan ayuda, les recomendamos visitar Courage Latino, una asociación creada para ayudar a personas que experimentan AMS (Atracción a personas del mismo sexo) y buscan vivir la castidad. También en: Es Posible La Esperanza encuentras un foro con un itinerario para poder superar y curar las heridas de la AMS y madurar en el amor verdadero.
* ¡Este Blog es un espacio creado para ti! Tú también puedes enviarnos tus preguntas, testimonio o reflexiones a laopcionv@gmail.com, con nuestro compromiso de guardar tu identidad en la más absoluta reserva. Con tu colaboración y participación podremos ser cada vez más quienes creemos que el amor verdadero sí existe, y que el camino para alcanzarlo es la castidad!
** Todas las publicaciones en este Blog son de propiedad de La Opción V. Pueden ser difundidas libremente, por cualquier medio, consignando siempre la fuente. Está terminantemente prohibida su reproducción total o parcial con fines de lucro.
*** La Opción V no se responsabiliza de cualquier «daño» que alguien pueda atribuir a sus publicaciones.