En el 2012, mientras realizaba la preparación para el sacramento de la Confirmación, se llevó a cabo una charla sobre sexualidad. La charla fue realizada por el Padre Jürgen, que en aquellos tiempos empezaba con La Opción V. Recuerdo muchos puntos clave sobre su charla, pero en esta ocasión les contaré sobre la pornografía. Él decía que la pornografía y la masturbación eran como drogas, drogas que buscamos para poder obtener a cambio segundos de “felicidad” (placer) y que esto se volvería adictivo, que siempre escalaría en intensidad, cual las drogas, que se empieza con alguna no muy fuerte hasta terminar en la misma muerte por sobredosis.
Pues el efecto que causan la pornografía y la masturbación es el mismo, es algo que te va matando lentamente, tanto el cuerpo como la mente. “¿Por qué lo dices?”, se preguntarán ustedes, pues porque yo lo he experimentado.
Entre los 8 y 10 años tuve mi primera experiencia con la pornografía. Me la enseñó un primo; no sé cuál era su fin, pero me causó mucho miedo y asco. Ése fue mi primer encuentro con la pornografía. El segundo fue cuando tenía 12 años. Pero al contrario que la primera vez, en esta ocasión no tuve repulsión al momento de verla, pues a mis 12 años empecé a sentir placer visual, ese placer que hizo que mi mirada hacia las mujeres empiece a cambiar y empecé a ya no verlas como antes, sino como objetos que me podrían dar placer. A los meses empecé a caer con la masturbación, y mi mirada hacia mis amigas de 13 años no era nada pura y mis pensamientos mucho menos. Fue así como, poco a poco, esta droga empezó a consumirme lentamente al punto de irme a dormir a altas horas de la noche por sólo buscar segundos de placer. Esta adicción siguió constante, y mis besos con mi enamorada no tenían nada de pureza, sino que me enfocaba en que sólo debían dar placer mas no amor. A los 17, mientras escuchaba al Padre Jürgen, creía que era mentira y que podía dejarlo cuando yo quisiera. Sin embargo, el concepto erróneo sobre ser casto me hacía caer cada vez más, pues yo creía que ser casto implicaba sólo ser virgen y no sabía ni me formaba más. El 2015, cuando empezaba a dejar la pornografía y la masturbación por voluntad y por no querer seguir haciéndome daño, llegué a salir con una amiga de la universidad. La relación era muy tóxica, pues no vivíamos la castidad, ya que la relación se enfocaba en darnos placer el uno al otro. Llegué a terminar esa relación a los meses y opté por empezar a vivir la castidad.
No les miento, he caído, pero no me doy por vencido. Día a día la lucha se vuelve más fuerte y las tentaciones de caer en lo mismo son más grandes, pero me levanto y sigo adelante, porque no quiero seguir haciéndome daño ni mucho menos a mi enamorada o a mi futura esposa, porque no quiero seguir sumergido en esa falsa felicidad y ese falso amor que venden la pornografía y la masturbación.
El camino es largo, pero lo vale, porque al final se darán cuenta qué grandioso es vivir la castidad y poder amar de verdad, poder vencer día a día y cada vez caer menos, poniendo los medios necesarios para vencer esa tentación de ver nuevamente y consumir esa droga visual.
Empecé con medios concretos; por ejemplo, tratar de no estar encerrado en mi cuarto con plena privacidad sin que mis padres sepan qué hago, instalar filtros que no me dejen entrar a esos medios, borrar el historial de los sitios visitados, dejar de ver fotos de chicas en prendas menores o programas que no debo en la televisión, o no quedarme viendo televisión hasta altas horas de la noche. Conocer por qué medios caía me ha ayudado mucho a continuar en esta lucha para seguir creciendo y seguir viviendo la pureza.
No se desanimen, pues ese verdadero amor que buscan no se encuentra en la pornografía y la masturbación, sino viviendo con pureza, formación y amor. Se logra en una lucha constante en el día a día. Pues así como yo opto por dejar de consumir esas drogas, ustedes también pueden y podrán seguir caminando hacia el amor verdadero.
Anónimo. 23 años.
Testimonio escrito para La Opción V
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