Conocí a La Opción V hace unos años. Hoy me llené de valor para escribir mi testimonio y compartir con ustedes mis sufrimientos y mi lucha incesante por vencer la tentación y vivir una vida sana.
Soy una joven de 23 años, que al igual que muchos jóvenes me he visto envuelta y seducida por la pornografía y la masturbación, que han causado muchos estragos en mi vida personal y espiritual. He seguido muy de cerca los testimonios, las reflexiones y los artículos publicados en este blog. Gracias a sus publicaciones he ganado valor para enfrentar mi situación vergonzosa, ya que muchos jóvenes se enfrentan a los mismos problemas que yo, eso me hace sentir que no estoy sola y que otros comparten mis dudas, mis penas, mis tristezas y mi dolor.
Cuando inicié la secundaria fue la primera vez que vi un video pornográfico. Unas chicas de mi colegio lo estaban viendo y sentí curiosidad por verlo. Ahora lamento esto desde lo más profundo de mi alma, pues a partir de ese momento me enganché en este vicio. Al principio era algo sin importancia, pues solo veía un video porno rara vez. Luego fui sumergiéndome cada vez más en ese turbio mar y la pornografía se convirtió en mi pan de cada día.
Me alejé lentamente de la iglesia, de mis amigos y amigas, pues me sentía sucia e indigna de pertenecer a la iglesia, a los grupos de jóvenes y adolescentes, me sentía rechazada, etiquetada, juzgada, despreciada, entre otros sentimientos que dañaban mi alma.
Con el pasar de los días me envolví en la masturbación. Me daba y todavía siento vergüenza al hablar de esto. La masturbación llegó a mi vida en un momento de desesperación. Las cosas en mi casa eran difíciles, pues crecí en un hogar disfuncional donde mis padres eran ausentes, violentos y despreocupados, por lo que la masturbación se convirtió en mi escape, mi manera de evadir mi propia realidad dolorosa. Me sentía tan «bien» en ese acto, que el día que no podía masturbarme me sentía deprimida y triste. Se convirtió en una parte de mí, en algo “vital”, en una… droga.
Después de unos años dejé la masturbación y la pornografía gracias al amor infinito de Dios. Entonces conocí a mis quince años a unas religiosas que me mostraron el gran amor que Dios me tenía y que yo me resistía a recibir. Al cumplir los 17 años terminé la secundaria y me sentí llamada a la vida religiosa. Luego de un discernimiento entré al postulantado en dicha comunidad religiosa. Me sentía muy bien, acogida, feliz, sin embargo, el fantasma de la masturbación estaba al asecho y esperando el tiempo apropiado para aparecer de nuevo y dañar y empañar mi felicidad.
Ya tenía un año en la comunidad religiosa y volví a caer. Me sentí culpable de estar en ese lugar, empecé a sentirme mal, a sentirme aislada, sola, rechazada, pues cada vez que escuchaba los testimonios de vida, los testimonios de fe de cada hermana y de cada una de mis compañeras, me sentía sucia, sentía que con mi presencia dañaba y perjudicaba a la comunidad religiosa que tan cariñosamente me había recibido. Por eso me fui alejando poco a poco y perdiendo la vocación a la vida religiosa (si tenía en verdad vocación). Decidí salir del convento para no seguir lastimando más a las demás (eso pensé), bueno así lo hice sin pensarlo, me dio mucho dolor y hoy todavía me duele haber dejado lo que más amaba.
Llegué a mi casa y las cosas seguían igual. De una manera u otra me olvidé de todas las cosas que había aprendido, me olvidé del amor tan grande de Dios, me olvidé de la vida de oración, en fin, me alejé de nuevo, me sentaba en la última banca de la iglesia, escondiendo de alguna forma mi vergüenza, pues volví de nuevo a sumergirme en la pornografía y la masturbación.
Desearía nunca haber conocido la pornografía y la masturbación, perdí todo cuanto amaba por dedicarme a complacer esos deseos lujuriosos y dañinos, perdí la ilusión de vivir, la alegría de vivir en contacto con los demás, perdí el amor de Dios, perdí mi vocación, lo perdí todo.
Hoy estoy intentando rehacer mi vida, sanar mis heridas, buscando el verdadero amor y mi felicidad. Aunque me he confesado varias veces y he caído otras tantas, no me daré por vencida, seguiré adelante porque con el poder de Dios saldré victoriosa. Yo sé que al final de esta vía dolorosa encontraré el perdón y el amor que tanto necesito, quizás no esto no se encuentre en una persona humana. Y si caigo me levantaré con más fuerza y ánimo, porque no me dejaré vencer por la pornografía ni la masturbación.
Hoy me doy cuenta lo importante que es ordenar mis amores y vivir una verdadera castidad
E.R., 23 años, República Dominicana.
Testimonio escrito para los jóvenes de La Opción V
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Testimonio escrito para La Opción V
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