«Estaba perdida y tenía la necesidad de encontrarme, de encontrar algo que me llenara, algo infinito»

Estaba perdida… anhelando el infinito!

¡Hola a todos! Tengo 16 años. Soy una chica que piensa mucho. Sí, me hago miles de problemas y preguntas en la cabeza. Una de esas tantas, bueno, muchas de esas, eran sobre Dios, más que nada sobre su existencia. Me cuestioné muchas veces si de verdad Él estaba conmigo y yo con Él, o por qué tanto sufrimiento si Él existe, o por qué debo creer en Él y en su palabra.

Estaba perdida y tenía la necesidad de encontrarme, de encontrar algo que me llenara, algo infinito. No fue fácil entender que muchas de las cosas que creía que eran ese “algo” que saciarían mi sed de infinito no lo fueron. Pero nadie dijo que la búsqueda iba a ser fácil y mucho menos cuando al final, luego de una constante lucha, encuentras algo verdaderamente infinito: Dios y su amor.

Dios nos ama y Él nos invita a amarlo a Él, glorificándolo con nuestro cuerpo, viviendo la virtud de la castidad, la pureza de mente, corazón y cuerpo, esperando con paciencia y valentía hasta el matrimonio para la entrega total. En los últimos años esta virtud se ha perdido entre los jóvenes, muchos están perdidos, así como yo lo estaba. Los adolescentes no quieren encontrar a Dios y se sumergen en más problemas de los que pueden cargar y se alejan de la única verdad, Dios y su Amor. Muchos tiran la toalla y no siguen el camino correcto, tanto como el de la pureza y el de la castidad, que van de la mano firmemente.

¿Pero por qué esforzarse por ser puros? No se trata tan solo de ser puros para contentar a Dios. Jesús dijo: «Bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios». Es decir, vivir la pureza nos hace y hará verdaderamente felices, porque nos ayuda a estar bien con nosotros mismos, con una buena autoestima, con un dominio fuerte sobre nuestras propias fuerzas sexuales y con una sexualidad bien definida.

También debemos entender que nadie vale más que nadie, que todos somos inmensamente valiosos para Dios, que no podemos obligar a nadie a amar, que el verdadero amor está en Dios para con nosotros, que no habrá prueba de amor más grande que la de dar a su Hijo único por nosotros.

También debemos entender que las mujeres tenemos el poder y muchas veces la obligación de decir “no”, que si queremos a alguien bueno pues debemos también serlo nosotras, que la belleza no es un cuerpo vacío, que la diversión no es sexo, que si Dios quita a personas de nuestro camino Él sabe porque lo hace, que no podemos cambiar a alguien si ese no es su deseo, que soy una princesa porque yo soy hija del Rey del Universo.

Si buscas la felicidad y una vida feliz, debes aprender a respetar y entender. No hay nada más puro que tu virginidad, que tu entrega a Dios. No hay cosa más hermosa que compartir esto con una sola persona, con tu futuro esposo y no andarla regalando como si fuera algo sin importancia.

B. X., 16 años, Perú.

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