¿Cómo afecta la pornografía a los hombres? Un testimonio fuerte…

«Solo cuando yo pude salir de este mundo oscuro pude ver a otros haciéndose daño, como yo lo hacía»

Antes de empezar a contarles mi historia, me gustaría compartirles la alegría que he encontrado al vivir la castidad y las ganas que tengo ahora porque TODOS encuentren el verdadero amor en la entrega y en el esfuerzo por luchar contracorriente y marcar la diferencia.Yo nací en una familia común, he sido un joven común, uno más de un salón de clase, un joven “como cualquier otro”. Cuando cursaba sexto grado (a mis 11 años), empezaba a desarrollarse el internet. ¡Era maravilloso poder encontrar cosas que a uno le entretenían tanto en la computadora! ¡Los juegos en línea eran lo máximo! Con mis compañeros jugábamos horas de horas, y cada vez encontrábamos más y mejores juegos. De pronto uno del grupo encontró unos juegos “para adultos”, es decir, juegos eróticos (Pongo entre comillas “para adultos”, porque opino que no deberían ser ni si quiera para adultos, por el daño que causan también a los adultos).

Ese descubrimiento fue como haber encontrado otro continente. Recuerdo que aunque no entendíamos nada, empezamos a jugar de esos juegos. ¡Cada vez eran más emocionantes y nos atraían más! Ahora les puedo decir que a nuestra edad, NO sabíamos en lo que nos estábamos metiendo.

Tiempo después de estar jugando esos “juegos”, y después de andar buscando otros juegos eróticos por mi cuenta, encontré algo que ya no eran juegos, encontré una página pornográfica. A mi edad aún no sabía qué era eso que al verlo me consumía y me atraía tanto, aunque mi conciencia me decía que tenía algo de malo. Pero eso quizá lo hizo más atractivo, así que yo seguí entre jugando de esos “juegos” y viendo cada vez más videos pornográficos. Para mí era una opción válida de “entretenimiento”, especialmente cuando me quedaba solo, pues me liberaba de todo aburrimiento y el tiempo se pasaba muy rápido.

Cuando cursaba octavo decidí confesarme. Le dije al padre que había visto pornografía y él me dijo que eso era como echar excremento sobre mí, y me pidió que no lo hiciera más. La imagen me chocó mucho y dejé de ver pornografía por unos seis meses, sin embargo las imágenes de lo que ya había visto me perseguían. No podía liberarme de ellas y de pronto aparecían en mi mente con mucha claridad. Finalmente, con unos compañeros, volvía a ver porno en internet. Para ese entonces yo estaba más grande y más desarrollado, así que me atacó más fuerte y ya no pude dejar de ver.

Año y medio después, a los quince años, la pornografía ya había marcado completamente mi ser. Comencé a actuar diferente. Cuando hablaba con las mujeres y cuando las veía, me las imaginaba en ropa interior o desnudas, y hablaba con ellas buscando en el fondo vivir lo que veía en los videos. Esperaba experimentar lo que veía y sentir algo “real”.

Entre el grupo de amigos ese era el tema predilecto de conversación. Solo esperábamos que alguno tuviera sus primeras relaciones sexuales para contarnos su experiencia.

En ese tiempo iba mucho a  la casa de un amigo que había conocido una vez que había ido a jugar fútbol a un parque. Mi amigo tenía una hermana mayor que le llevaba unos años, ella era bellísima y me encantaba. Poco a poco la fui conociendo y conforme la fui conociendo le fui dando a conocer indirectamente que me gustaba (en realidad no me gustaba ella, me gustaba su cuerpo).

Un día fui a la casa de mi amigo y topé con la “suerte” de que no había nadie en casa, solo estaba su hermana mayor. La verdad me dio algo de temor estar solo con ella, porque me llevaba bastantes años, pero no podía dejar de pensar en el sexo y en lo bello que era su cuerpo. Mi amigo me mandó un mensaje de texto diciendo que ya casi llegaba a la casa, me dijo que lo esperara. Le dije a la hermana que estaba junto a mí lo que decía el mensaje y por un impulso de mis adentros me lancé a darle un beso. No controlarme fue un gran error, el principio de mi perdición. Ella tan solo se echo a reír y me devolvió el beso. Después de eso ya no iba a la casa de mi amigo, sino que iba a la casa de la hermana de mi amigo. Desde ese momento en mi mente no había más que la sensación que me produjo ese beso. Luego de eso, cada vez que iba a la casa de mi amigo, buscaba a su hermana y nos besábamos apasionadamente. Para no hacer larga la historia, yo como un chiquillo sin vergüenza le conté lo que sentía por ella y lo que quería hacer con ella.

Días después, en la tarde, recibí un mensaje de texto en el que ella me decía que estaba sola en la casa. Yo respondí como un animalito, de inmediato me fui a su casa. Cuando llegué estuvimos hablando y poco a poco no fuimos acercando hasta llegar a un beso que generó en nosotros algo que ninguno de los dos pudo o quiso parar. La verdad, se los digo ahora, es una experiencia que no se la deseo a nadie, porque desde esa noche ya no pude ver a ninguna mujer como mujer.

Con ella tuve varios encuentros así, hasta que una vez mi amigo me vio salir de la casa de él muy tarde en la noche.  Después de estas experiencias con ella no tenía miedo de nada, y creía que era como un mago que encantaba a las que quería. Con este sentimiento me acerqué a varias muchachas y encantándolas, o más bien, ellas cediendo a mis palabras, tuve otras experiencias similares.

Yo, como si fuera el gran héroe, le contaba a mis “amigos” mis conquistas (escribo amigos entre comillas, porque no eran mis amigos, un verdadero amigo es el que nos lleva  al bien) y ellos me aplaudían.

Hasta entonces “todo iba bien” para mí, un muchacho de ya 16 años. Había vivido lo que muchos ilusos quieren vivir. En mi mente no había otra información más que el sexo. Creía que eso estaba bien hasta que las cosas comenzaron a salir al revés. Me comenzó a gustar una compañera del colegio, intenté tener algo bueno con ella, pero por mis ideas y por lo que ella sabía de mí nada funcionó. Comencé a buscar amigas para hacer algo con ellas y ninguna quería ni acercarse. Mi forma de hablar, mi forma de actuar y hasta lo que pensaba de las mujeres se notaba. Mis amigas, mis compañeras y hasta otras mujeres percibían lo que pensaba. Se los digo por mi experiencia: cuando vemos a una mujer sin respeto, ella lo percibe y, al menos las que son decentes, se apartan de ti.

Poco tiempo después me empezó a ir mal en el colegio y tenía problemas de conducta. Todo estaba mal. Totalmente cegado por mis experiencias, mis impulsos y mi “éxito” con algunas mujeres mayores, me estaba metiendo en un profundo problema. Pude abrir un poco los ojos, salvé los cursos del colegio, pero por mi conducta no pude seguir en ese colegio, así que tuve que cambiar de colegio.

Estas medidas implicaban tantos cambios que parecían catastróficos y totalmente negativos, pero, me ayudaron a abrir los ojos y ver lo mal que había obrado. El cambio de colegio y las consecuencias en mi casa por el tema de la conducta me obligaron a iniciar una vida de cero. Para comenzar de nuevo tenía que sacar de mí toda la basura que había metido en mi mente. De verdad, me sentía tan mal que no quería volver a vivir esa oscuridad que no me dejaba ver la realidad ni tener amistades verdaderas. Tampoco quería que mis nuevos compañeros vieran mi enfermedad. Quería hacer amistades buenas. Quería sanar el dolor tan grande que tenía en mi corazón.

En el nuevo colegio estaba solo, cuando necesitaba compañía. No tenía confianza, ni conocía muy bien a mis compañeros para decirles lo mal que me sentía. Había una capilla con una lucecita roja, sabía que ahí había algo especial. Me acerqué y cuando me acerqué, sentí un abrazo muy fuerte y sentí cómo mi corazón encontraba una calma que nunca antes había tenido. Así se inició una profunda amistad con Aquél amigo que estaba en la capilla, a quien visitaba y me apoyaba en esos momentos difíciles.

Poco a poco, en aquél último año de colegio, fui experimentando una alegría y una lucidez increíble. Mi alegría se las expresaba a mis compañeros haciéndolos reír. Me iba bien en el colegio y estaba mucho más feliz. Poco a poco, con paciencia, escalón por escalón, fui saliendo de la trampa mortal de la lujuria y de la búsqueda desordenada del placer.

Ahora bien, quisiera que todos los hombres, especialmente los adolescentes y jóvenes, abramos los ojos y logremos ver el peligro al que estamos expuestos. Corremos el peligro de convertirnos en animalitos, en “máquinas” que no piensan más que en el sexo, o en una especie de “zombies” que no piensan más que en “devorar” carne humana.

Lo que sentimos y experimentamos cuando tenemos relaciones es algo que no podemos controlar, es algo tan fuerte que un chiquillo o alguien sin madurez ni compromiso no puede manejar. Por eso es que existe el matrimonio, para que, con un compromiso se pueda vivir de de la mejor manera la sexualidad. Además, porque con nuestra sexualidad, se sella la verdadera entrega de una al otro en el matrimonio. ¡Alguien que no tiene madurez jamás podrá vivir bien esto tan grande!

Por otro lado muchachos, amigos y hombres que tienen estas dificultades, les digo sí se puede salir de esto y sí se puede huir y evitar estos problemas. Cuesta, yo sé que cuesta, pero la recompensa del esfuerzo es mucho más grande. Les cuento que sacando las imágenes y pensamientos sexuales de mi mente y mirando a las mujeres con respeto he podido forjar mejores amistades, amistades que de verdad valen y que me conducen al bien.

Desde mi dolorosa experiencia y lucha les quiero decir que ¡vale la pena ir en contra de estas cosas que nos destruyen! Solo cuando yo pude salir de este mundo oscuro pude ver  a otros haciéndose daño, como yo lo hacía. Ver eso en los demás generó un dolor profundo en mí y surgió un fuerte deseo de ir contracorriente, de luchar y de preocuparme por mí y por mis amigas y amigos.

Reconozco que en mí todavía hay vestigios, sobras de la basura que en un momento metí en mi mente. Esto hace que a veces me cueste un poco más la lucha, pero, por otro lado, tengo la alegría y la felicidad de experimentar los frutos de la pureza, y eso es mucho más fuerte. Purificarme de todo eso hizo que hasta mi rostro se viese más radiante. Hizo también que viera a las mujeres como personas valiosas. Hizo que yo mismo viviera como un ser humano.

A todos ustedes, hombres que quieren serlo de verdad, ¡los invito a ser Gladiadores de sus corazones! ¡A ser héroes de la pureza y acompañarme en esta cruzada de recuperar a otros hombres y mujeres para la pureza! ¡Tengamos el coraje, el valor y la persistencia para ir contracorriente!

M. F., 22 años, testimonio escrito para La Opción V

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