Luego de leer mi testimonio [“Si de verdad nos amamos y terminaremos casándonos, ¿por qué no adelantarnos?”, 5/11/2012] me han preguntado:
¿Cómo hice para superar lo que pasó?
La verdad, no ha sido nada fácil. De hecho al inicio pensé que nuncame iba a sentir mejor respecto a esta situación, pero me equivoqué. Como es comprensible, por lo que hice yo solía culparme y no me abría a buscar el perdón, cuando abrirse al perdón debe ser lo primero que uno debe hacer para poder superar este tipo de cosas.
Un tiempo después de haber terminado con él me enfermé y fui al ginecólogo. Muchas situaciones entonces me hicieron recordar aún más lo que había pasado, abriendo nuevamente la herida.
Para esto yo ya había regresado al grupo de la parroquia donde estaba y tenía un director espiritual al que por vergüenza aún no le había contado las cosas que habían pasado con el chico. Cuando los recuerdos por la consulta ginecológica fueron demasiados me animé a contarle todo a mi director espiritual. Nunca voy a olvidar su reacción, fue completamente distinta a la que yo me esperaba. Esperaba y creo que yo misma deseaba que me fuera a recriminar por lo que había hecho, pero pasó todo lo contrario: tuvo una respuesta tan misericordiosa y amable que yo sentía no merecérmela. Me dijo algo que hasta ahora recuerdo: «ya no te sientas culpable, has estado cargando mucho tiempo con esto y es hora de que tú misma te puedas perdonar».
Recuerdo que yo pensaba que ni el perdón de Dios me merecía, pero nunca había pensado en perdonarme a mí misma. Me dejó orando frente al Santísimo y justo encontré en el Evangelio de Juan estas palabras tan oportunas, que me marcaron:
«»Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más»» (Jn 8, 1-11).
Eso me bastó para preguntarme que si Dios me perdonaba por qué yo seguía cargando con el peso del pecado ya cometido y no me levantaba para no pecar más. Justo ese fin de semana tuve un retiro donde reflexioné mucho todo lo que había pasado. Pensaba, recordaba y lloraba… hasta que de pronto sentí una tranquilidad dentro de mí, era como si las lágrimas ya no fueran de dolor sino de alegría y que me decían que ya había pasado todo, que era momento de volver a ser feliz. Sólo puedo decir que lo que me ayudó a superar todo fue el amor de Dios y el aprender a amarme a mí misma a partir de Su amor.
¿Y cómo hago para poder esperar ahora?
Pues tampoco es fácil. No he vuelto a tener enamorado y muchos amigos me dicen que es porque me siento dañada y siempre respondo lo mismo, que al inicio fue así pero que ahora espero a alguien que Dios está guardando para mí. Sí he conocido a un chico que me ayudó a descubrir que hay una parte cariñosa y pura aún en mí que está dispuesta a salir para la persona indicada, pero las cosas se dan con tiempo. Después de mi experiencia pasada aprendí que primero debo conocer bien a esa persona especial, forjar una amistad verdadera, tenerse el cariño, la confianza y el respeto de hermanos para poder vivir algo más que una amistad después. Aprendí que no hay prisa, que llegará cuando tenga que llegar. La paciencia, al igual que mi sanación, es fruto de la oración, de las lecturas acerca del amor verdadero.
En este proceso también me ha servido -desde que la conozco- la pagina de LaOpciónV, pues me ayuda a saber que no estoy sola. Leer todos esos testimonios me impulsan a salir cada día adelante, sabiendo que ir contracorriente no es fácil pero es posible.
B.K., 19 años, Perú.
* Todas las publicaciones en este Blog son de propiedad de la LaOpcionV. Pueden ser difundidas libremente, consignando siempre la fuente. Está terminantemente prohibida su reproducción total o parcial con fines de lucro.