Recuerdo ver su actitud de lucha…

Estábamos en un almuerzo, era una celebración de trabajadores de la empresa. A mis 23 años, nunca había asistido a un evento así. Creo que estaba desactualizada, porque no imaginé que habría bailarinas y tanto trago. Ellas se esmeraban en verse sensuales, sexys… los silbidos, los aplausos y comentarios por parte de los trabajadores no cesaban. Ellas parecían disfrutarlo, supongo que se sentirían “en su momento de fama”, o quizá solo aparentaban disfrutarlo, porque es lo que les tocaba hacer, era “su trabajo”, para eso les pagaban. Yo, mientras observaba, me puse a pensar: “te ven como ‘algo’, pero no te ven como ‘alguien’”.

Ellas iban y volvían de los vestidores para cambiarse de vestimenta, mientras las miradas de los hombres las perseguían. También parecían disfrutar que los hombres las buscaran para tomarse fotos con ellas: las tomaban de la cintura, miraban sus cuerpos con deseo y sonreían a la cámara.

Yo me encontraba en una mesa con cuatro compañeros de trabajo, y dos de ellos eran mis amigos. Uno de ellos tenía su asiento, como varios, que daba la espalda al escenario. Por ello la mayoría giraba para ver a las bailarinas. Él no. No volteaba a verlas, pero cuando ellas pasaban cerca para ir a los vestidores, se le iba la mirada en algunas ocasiones, pero luego volvía rápido la mirada hacia la ventana. Noté que le costaba, parecía que implicaba una lucha fuerte y una decisión firme el no mirar a las mujeres. Al inicio me parecía gracioso, pero luego pude apreciar que el que quiere, aunque sea en medio de la lucha, se esfuerza por respetar su entorno y a las mismas chicas. Esa tarde pude comprender que a los hombres el no mirarnos como objetos de deseo les demanda una lucha interior muy fuerte, y que el mérito está justamente en la lucha que libraba mi amigo, con escenarios en los cuales uno puede perder o puede ganar. Él la luchó. Aprecié y acogí en mi corazón ese gran gesto, pues fue de caballero, de valiente, luchar por no mirar a las mujeres como los demás lo hacían, más aún, estando yo sentada en su misma mesa. Yo misma, como mujer, me sentí respetada y valorada por él.

Hoy, reflexionando un poco más, me digo a mí misma: ¿no quisiera yo un hombre así, que me respete al no permitirse mirar a las mujeres como todos lo hacían? ¿Quién de nosotras no se ha sentido celosa, incluso furiosa, cuando nuestro enamorado, estando con nosotras, ha mirado a otras mujeres? Esa tarde comprendí que es de héroes no mirar a una chica sensual, atractiva, bella, vestida de modo provocativo. ¡Esos hombres son los que también merecen mi respeto y aprecio!

M. L., 23 años.

Reflexión escrita para La Opción V

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