«¿Es el amor un sentimiento?» Era el título de la conferencia. “¡Qué interesante!”, me dije a mí misma, “yo tengo la pregunta: ¿cómo se ama? Tal vez encuentre respuestas ahí…”.
Llegué apurada pero aún no ha comenzado. Esperé pacientemente mientras observaba a mi alrededor, hay muchas chicas como suponía, pero también hay chicos y pienso: «¡sí hay chicos diferentes, que buscan el amor verdadero!».
Comienza la charla y yo apunto rápidamente ideas sueltas sobre lo que habla el ponente: «En el colegio nos enseñan todo, pero no hay un curso que nos enseñe a amar» dice, y añade: «Siempre me llamó la atención eso», haciendo referencia a que amar era la aventura más grande del ser humano. A mí eso me llamó la atención: ¿porqué yo nunca había pensado en eso? Pero inmediatamente reconocí esa pregunta constante que he tenido dando vueltas en mi mente desde siempre, pero más intensamente estos últimos meses, y que por más intentos que hacía por encontrar la respuesta, no lograba encontrarla, no completamente: “¿Cómo se ama?”
No me bastaban ya los buenos deseos, palabras tiernas, caricias, abrazos y sentimientos bonitos e intensos. Sabía que tenía que dar algo más, pero no sabía qué ni cómo. Nadie me lo había enseñado.
Al principio, me guiaba por estas palabras: «El amor es paciente y bondadoso, no tiene envidia, orgullo ni arrogancia. No es grosero ni egoísta, no se irrita ni es rencoroso; no se alegra con la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.» Leí esas palabras por primera vez en un artículo que sacó «El Comercio» por el día se San Valentín. Me parecieron hermosas y quise seguirlas. Pronto me di cuenta de lo difícil que era seguirlas, aunque evidentemente me inspiraron a amar de una mejor manera. Un tiempo después dejé de tenerlas como guía, no porque dejaran de parecerme importantes, sino porque la memoria es frágil y porque por entonces lo que yo pensaba que era amor se empezó a basar en la intensidad de mis sentimientos. Lo único que me importaba era en cuán feliz me sentía y cuánta emoción me producía compartir y pensar en las virtudes y dones de la persona de la que estaba profundamente enamorada.
Sus virtudes y dones, así lo veía yo, eran ciertamente las razones por las que yo amaba a esta persona: «Enamórate del alma más que del cuerpo, porque una cara y un cuerpo bonito no duran para siempre a diferencia del carácter, las virtudes y la forma de ser. Que quien escojas, quiera siempre superarse, ser mejor persona, que intente aumentar sus virtudes y disminuir sus defectos». Definitivamente, yo amaba por eso, y si bien los sentimientos son importantes, no pueden ser lo único que nos permita medir nuestro amor. Yo sabía claramente que la verdadera medida del amor está en el bien que le procures a la persona amada, claro que siempre he querido su bien y ha sido mi prioridad. Por eso, lo he cuidado y le entregado lo mejor que tenía, pero había olvidado también esta importante idea que leí un día:
“Nunca puedes valorar una relación por la intensidad de los sentimientos, porque estos vienen y van, suben y bajan. Sentirse enamorado es emocionante, pero nunca se debe confundir la emoción con el amor. La verdadera medida del amor es hacer el bien a la persona amada. Claro, esto no es fácil. Por eso el amor verdadero es algo escaso y eso lo hace más hermoso y valioso.»
La recordé cuando el ponente en la conferencia contaba cómo muchos matrimonios decidían separarse porque «ya no se amaban», y cuando él les preguntaba: «¿que significa para ti ya no amarla/o?», le respondían: «es que YA NO SIENTO LO MISMO». Tristemente, basaban su decisión de separarse en la intensidad de sus emociones, de sus sentimientos, que como bien definieron en la conferencia, son una reacción a estímulos externos, son pasajeros. Sentir es experimentar sensaciones de placer o dolor, y estas son momentáneas. En cuanto el estímulo que las provoca desaparece, ellas también.
Evidentemente, los sentimientos forman parte del amor, pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor. A este último no podemos hacerlo depender de los sentimientos, porque estos vienen y van y uno ama aún cuando no siente nada (si por ejemplo estás molesta con tus papás, no los dejas de amar; o no todo el tiempo sientes la misma emoción al ver a tus amigos, y no por eso los dejas de amar) porque el amor, como bien me lo han dicho personas con más de 40 años de casados, es una decisión que —como ya dije y explicaré mejor más adelante— procura el bien de la persona amada.
Si no fuera una decisión o si dependiera enteramente de la intensidad de nuestros sentimientos, sería prácticamente imposible que estas parejas aún hoy permanezcan unidas. Seguramente, más de una vez, “ya no sentían lo mismo que antes” o incluso “ya no sentían nada”. Probablemente, se dijeron cosas hirientes en momentos de cólera y muchas veces tal vez pensaban que “ya no podían más”. En 40 años sus sentimientos han variado muchas veces, pero ellos han permanecido unidos porque —como me contó otra persona que también tiene un amor que ha sobrevivido a todo— con el tiempo, con la distancia, con los años y con las diferencias, el amor verdadero no desaparece, no se pierde, sino que aumenta, haciendo más fuerte la unión. Estas fueron sus palabras:
“El amor es una mezcla de muchas cosas. Es cariño, amistad, es ese sentirse completo cuando se está con la persona que amas y muchas cosas más. Tiene una parte espiritual, una emocional y una física también. Pero es un todo muy complejo. Perdura a través del tiempo y si es lo suficientemente maduro, se hace más fuerte aún. (…) El hombre que yo amo lo es todo para mí (…) Cuando estamos juntos es como si nunca nos hubiéramos separado. Y cuando estamos a la distancia, él esta siempre conmigo. Es mi compañero de vida. No hay quien me haga reír como él ni quien me pueda hacer llorar también. Aun ahora que somos mayores, aprendemos cada día algo más el uno del otro. Y mi vida es mejor porque él esta en ella. Aun tenemos contratiempos y malos entendidos de vez en cuando, pero no nos tratamos mal ni decimos cosas horribles ni nos herimos. Yo solo quiero lo mejor para él y el para mí”.
El amor parte de ser personas con capacidad de entrega, es darse al otro, procurar su bien aún a costa de tu sacrificio, es decir, ser capaz de hacer a un lado tus intereses y comodidades para que quien amas se encuentre bien. Muchas veces, eso significa no experimentar ninguna sensación placentera o agradable, tal como —ponía de ejemplo nuestro orador, esposo y padre de familia— tener que despertarse a las 3 de la mañana para darle de comer a su hija que lloraba cuando él tenía que trabajar en pocas horas: “¡les aseguro que no sentía nada de placer al despertarme a esa hora! —decía— pero la vida de mi hija estaba bajo mi responsabilidad”. Mediante el sacrificio personal, expresaba su amor por ella, sacando de él y dando de sí a pesar de que eso no fuera placentero en ese momento. Es así, dando y sacrificándonos nosotros mismos por amor al otro, como nos hacemos más personas.
“Entre más grande sientas la responsabilidad por la persona que amas, más verdadero es el amor”. Lo mismo pasa en la entrega a la esposa o esposo: mientras su bienestar sea tu prioridad y estés a su lado, a su servicio por amor; mientras te preocupe su bien, ayudarla a crecer espiritualmente y por sobretodo cuides de esa persona experimentando todo esto como tu responsabilidad hacia ella, entonces el amor es más auténtico, es una clara expresión de entrega y es para lo que hemos sido llamados. Nuestra vocación es el amor, un amor auténtico que se alcanza a través de la entrega, como muy bien lo expresa esta frase: “Si te extasías ante su belleza, esto sólo no es amor, es admiración. Si sientes palpitar tu corazón en su presencia, eso sólo no es amor, es sensibilidad. Si ansías una caricia, un beso, un abrazo, poseer de alguna manera su cuerpo, eso sólo no es amor, es sensualidad. Pero si lo que deseas es su bien aún a costa de tu sacrificio, ¡enhorabuena! ¡Has encontrado el verdadero amor!”
“Amar también significa que aceptarás a la persona con sus virtudes y sus defectos. Para ello debes conocerlo/a bien y pensar si tu cariño es suficiente para soportar los defectos, porque hay defectos que pueden ir contra el amor. Uno debe amar a una persona con todo lo que es, porque no somos sólo virtudes, ni sólo defectos, no somos sólo alegrías, sino también problemas, pues todos tenemos una historia de vida que nos marca y quien nos ame debe aceptarnos con esa historia tal como nosotros la aceptamos con la suya. Y si están juntos su deber es apoyarse, ayudarse mutuamente a superar los problemas individuales para crecer como pareja, porque un compañero de vida no está sólo para las alegrías y los buenos momentos, es aún más necesario en las tristezas y en los malos momentos: “Ámame cuando más me equivoque, porque es cuando más lo necesitaré”..
El principal consejo que daba a una pareja joven era que tuviese la capacidad de solucionar conflictos aún en la época de enamorados o novios: “La estabilidad emocional de ambos, que se traduce en respeto y empatía, determinará el éxito en el futuro”, siendo éste un aprendizaje importante y necesario que requiere tiempo. “Y si ambos no pudieran manejar sus problemas, podrían acudir a un psicoterapeuta que les enseñe como tener una relación de pareja saludable. Puede ser que en la casa no hayan tenido un buen modelo en sus padres.”
El segundo consejo: “no piensen en las dificultades como ‘cosas que tienen mal’, sino como cosas que pueden mejorar».
El tercero: «Si han cometido errores, perdona y ayuda a superarlos, porque tú también los has cometido y los puedes cometer y lo que esperarías es que crean en ti, que te amen aún más en esos momentos y así te ayuden a superarlos».
Cuarto: Hay que ser valientes para mantener una relación, para no salir corriendo ante las dificultades, más aun cuando parecen imposibles de manejar. Si por el sacramento están unidos profundamente de maneras que han llegado a ser “una sola carne”, ¡trabajen como equipo para alcanzar una misma meta! En un bote no sirve que sólo uno reme, porque la embarcación empieza a ir en círculos en lugar de ir hacia el horizonte.
Quinto: Si tu meta es superarte, apóyate en tu cónyuge; y si es también su meta, que se apoye también en ti: son compañeros de vida.
Sexto: Recuerden juntos las razones que los unieron, así tendrán la capacidad de ver las cosas buenas para superar las dificultades y evitarán que estas opaquen las virtudes de su amor, porque en los momentos densos y difíciles resalta lo malo y por eso muchas veces creemos de forma equivocada que ya no hay amor, que somos menos felices, cuando en realidad lo que nos hace menos felices son los problemas, más no la persona que nos acompaña.
Sétimo: Si han cometido errores, nunca digas “adiós”. Aunque sientas que ya no puedes más, ¡nunca te des por vencido/a! Siempre puedes seguir intentando. Nunca le digas que ya no la amas, porque el amor va mucho más allá de un mero sentimiento del momento. No puedes dejar ir a la persona con que has unido tu vida para siempre, pues estará siempre en tu corazón y tú en el suyo.
Para concluir con este largo post, propongo las ideas esenciales de lo que considero un verdadero amor:
La verdadera medida del amor está en el bien que le procures a la persona amada, no en la intensidad de tus sentimientos porque estos varían frecuentemente, por lo tanto no tomes decisiones basándote en ellos, recuerda que se ama aún cuando no se siente nada.
El amor es, entonces, una decisión.
Hay que ser valientes para mantener una relación y trabajar en equipo por una misma meta. No debemos dejar que las dificultades opaquen las virtudes de su amor, porque si solo se ve lo malo se puede creer erróneamente que ya no se ama.
No confundas el estar tranquilo, sin problemas, con el estar tranquilo sin la persona, no es lo mismo.
Amar es un acto de entrega al otro, es darte aún en los momentos en que no recibas a cambio, en que no experimentes placer o alegría y por el contrario no comprendas, más aun es darse cuando el otro más necesite de ti a pesar de que ello signifique tu sacrificio: “Ámame cuando más me equivoque, porque será cuando más lo necesite”. Recuerda que tú también te equivocarás o te has equivocado.
“Entre más grande sientas la responsabilidad por la persona que amas, más verdadero es el amor.”
“Si te extasías ante su belleza, esto sólo no es amor, es admiración. Si sientes palpitar tu corazón en su presencia, eso sólo no es amor, es sensibilidad. Si ansías una caricia, un beso, un abrazo, poseer de alguna manera su cuerpo, eso sólo no es amor, es sensualidad. Pero si lo que deseas es su bien aún a costa de tu sacrificio, ¡enhorabuena!, has encontrado el verdadero amor.”
Si te sientes completa(o) cuando estás con la persona que amas y ambos quieren lo mejor para el otro, si se queda en tu corazón y tú en el suyo, entonces es verdadero amor y este no desaparece, no se pierde.
El verdadero amor es difícil por todo aquello que hablamos aquí, por eso es algo escaso y eso lo hace más hermoso y valioso. Por eso, si lo has encontrado, no lo dejes ir.
Anónima, 20 años, Lima, Perú
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