Muchos rechazan la sola idea de asumir la pureza como un estilo de vida. Argumentan que la castidad quita la libertad, reprime, no es natural, etc. Los que defienden el libertinaje sexual y promueven la promiscuidad atacan a quienes no piensan como ellos, se mofan de quienes eligen esperar.Los que defienden la tolerancia no toleran que alguien pueda pensar diferente.
A los jóvenes se nos quiere imponer un mismo estilo de vida, una misma ideología: la ideología llamada “del género”, que no es otra cosa que una construcción arbitraria y antinatural que se quiere hacer pasar por “liberación”. La enseñanza que los poderosos buscan que los gobiernos impongan a sus jóvenes es la de una “educación sexual inclusiva”. Con ella se busca rebajar los valores morales en nuestros niños y jóvenes de modo que a todos finalmente les parezca normal aquello que no lo es. Esta educación arbitrariamente creada e impuesta a nuestra sociedad es la puerta abierta a todas las depravaciones sexuales que se puedan imaginar.
Pero el permisivismo sexual, lejos de hacernos libres, nos somete a una durísima esclavitud: la de las pasiones e impulsos, la de las obsesiones sexuales, la de los miedos e inseguridades, la de las mentiras, la de profundas heridas y daños a veces irreversibles a nivel físico, sicológico o espiritual.
La experiencia de una joven de 20 años nos permite entender que la opción por vivir la castidad en vez de quitarnos la libertad nos trae la verdadera libertad, la que nos hace dueños de nosotros mismos. Tan sólo desde esta libertad el ser humano es capaz de encontrar y vivir el amor verdadero. Este es su testimonio:
“El día de ayer, al hacer una promesa de pureza y castidad, me sentí realmente LIBRE. No me sentí presionada por la sociedad ni por nadie. Era plenamente consciente de la decisión que había tomado. Me sentí liberada de toda atadura. Es una libertad diferente la que experimenté a la “libertad” de dejarse llevar y “hacer lo que todos hacen”. Estaba feliz por estar dando este paso tan importante en el camino que sé que conduce a la felicidad tan deseada. He hecho esta opción porque quiero con todo mi corazón encontrar el amor verdadero y vivirlo libre y plenamente. Elegí seguir el camino que Dios ha trazado para mí, y esa es la verdadera libertad, la de elegir lo más conveniente para mí. Esa es la libertad que anhelaba y que no encontraba, la verdadera libertad de elegir lo mejor para mí. Esa libertad la siento hoy y estoy segura que la seguiré sintiendo, porque con la gracia de Dios y con la ayuda de verdaderas amigas y amigos me mantendré firme en la opción elegida y la decisión tomada libremente” (M. B., 20 años, Perú, 2012).
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