El fruto de la castidad: ¡una familia FELIZ!

Cuando uno ve a una pareja que es feliz y se nota, más aún cuando se trata de un Matrimonio que lleva años, uno siente por dentro y se dice: “¡Yo quiero eso!”

Creo que la sociedad actual no lo entendería, pero he vivido múltiples momentos que me hacen pensar que las personas que deciden seguir La Opción V son DICHOSAS. Esto para muchos es incomprensible y hasta absurdo: ¿Cómo alguien que “reprime” sus impulsos sexuales puede ser feliz?

Por lo que he visto, les puedo decir que definitivamente ¡son las personas más dichosas que he visto en mi vida!

¿Cómo explicar esto?

Bueno, los que aspiramos al matrimonio, sea desde pequeños o recientemente, tenemos en nuestra mente una relación feliz, una pareja que se apoya mutuamente, que no se rinde ante las dificultades, que de verdad se ama para siempre. Pero, ante tantos divorcios y situaciones dolorosas como infidelidades que uno ve por todos lados, uno se pregunta si de verdad uno va a poder encontrar eso que sueña.

En mi caso, tuve y sigo teniendo un buen ejemplo en mis padres. Mis papás me ayudaron a creer en el amor verdadero dentro del sacramento del Matrimonio. Ellos tuvieron la bendición de conocerse en un movimiento católico de jóvenes universitarios y, desde ahí, le pidieron a Jesús que los acompañara en su noviazgo, en su matrimonio y en su familia. Ambos esperaron y se guardaron hasta el matrimonio. Creo que no hay algo que les pueda agradecer más, como hija, que estas decisiones y cercanía con Dios.

Pero uno piensa, para ellos fue más sencillo porque se conocieron en los años 70, cuando la sociedad era más “conservadora” que ahora. La religión no era mal vista y había más gente verdaderamente comprometida con su fe. Uno puede creer que las posibilidades ahora son mucho más bajas, y que es casi un milagro que uno pueda encontrar y vivir eso ahora.

Y sí, tal vez es definitivamente un milagro encontrar en estos tiempos tan liberales a alguien que comparta tu fe y tus convicciones, que quiera y te ayude a esperar a casarse para experimentar la maravilla de la entrega sexual. Pero en este “desierto” de amor verdadero aparecen de pronto bellos “oasis” en los que podemos descansar y no desesperar en nuestra búsqueda del amor eterno. Estos “oasis” nos ayudan a creer que ese amor sí existe, que se fortalece con el paso de los años, y que permite experimentar una felicidad que se ve y se irradia. ¿Cuento de hadas? ¿Espejismos en el desierto? ¡No! ¡Son reales! Y si no me creen, quiero hablarles de la familia Ponce-Poli, a quienes tuve la suerte de conocer porque se hospedaron en mi casa por unos días.

Ellos son una pareja joven, que se casó en el 2005. Actualmente tienen tres hijos que cautivan. En verdad, ¡son de lo más divertidos, extrovertidos y alegres! Su historia es perfecta, es mejor que cualquier película o historia de princesas. Y lo más impresionante es que Paul, el esposo, ha sido y es uno de los mejores malabaristas del mundo, que ha vivido desde que nació en uno de los ambientes menos favorables a la castidad. En efecto, como él mismo cuenta, en toda su juventud aspiraba a encontrar la felicidad ganando mucho dinero, viajando por todo el mundo, siendo muy famoso y teniendo novias en las distintas ciudades que visitaba.

Luego de alcanzar esos objetivos se dio cuenta que no lo hacían feliz como esperaba. Así fue hasta que a los 19 años decidió confirmarse. Con la preparación empezó a luchar por ser coherente con su fe cristiana en medio del mundo artístico, decidió dejar de lado aquél tipo de vida e incluso —luego de confirmado— dedicar un año de su vida a servir a los demás en unas misiones. Como dice Paul,

“al final de ese año llegue a ver que ese año había sido el año más feliz de toda mi vida hasta ese punto… sentí una paz y una felicidad que jamás antes había experimentado, y era porque aprendí que la felicidad no estaba tanto en buscarse uno a sí mismo —que hasta ese punto de mi vida era lo único que había estado haciendo—, sino en buscar el bien y la felicidad de los demás”.

Luego de descubrir que Dios lo llamaba a la vida matrimonial empezó a rezar por su futura esposa de esta manera: “Señor, no sé si la conozco o no, pero yo sé que tú sí la conoces y sabes quién es. Te la consagro a tu Sagrado Corazón y al Inmaculado Corazón de María. Yo quiero ser fiel a ella aunque no la conozca. Cuídala, guíala, protégela y bendícela, y guíala a mí hoy o en 10 años, cuando mejor te parezca”.

Y efectivamente, pasaron 10 AÑOS hasta que luego de un noviazgo de dos años, vivido en castidad, finalmente se casaron el 2005. Fueron 10 años de paciencia y de espera, que Paul juzga fueron años necesarios para purificarse él mismo. En esos años no faltaron amigos del mundo artístico que le decían: “mira estas chicas, les gustas, ¿por qué no te aprovechas estos meses aquí?”, a los que él respondía, “no, porque yo desde ya quiero ser fiel a mi mujer”. Pero, insistían sus amigos para tratar de convencerlo de abandonar su “tonta idea”, “¿y si tu mujer no es fiel a ti en este momento?” Eso no le importaba, lo ponía en manos de Dios, y permanecía fiel a su propósito y convicciones. Y la verdad es que cuando él hacía ese esfuerzo de esperar a su futura esposa, ella también lo esperaba y le era fiel a él sin conocerlo aún.

Honestamente, al verlos a ambos luego de 10 años de matrimonio, al ver a sus hijos y el amor que se tienen entre ellos, uno puede decir sin temor a equivocarse que valió la pena toda la espera, que valió la pena la opción por vivir la castidad para forjar ese amor verdadero que hoy irradia tanta felicidad.

Al verlos de cerca y escuchar su testimonio, me queda más que claro que la virtud de la castidad purifica el corazón humano del egoísmo (que lleva, por ejemplo, a querer aprovecharse de las personas para obtener placer), y hace que el amor crezca, se fortalezca, perdure y dé frutos.

Personalmente, como una joven católica, puedo decirles que uno ve a Lía y Paul y se siente inspirado a crecer en la fe y la coherencia más y más. Uno ve cómo Dios ha estado y está tan presente en sus vidas que le dan ganas de estar así de cerca de Dios y de que el novio o novia de uno esté igual, porque creo que esa es la fórmula perfecta para el mejor matrimonio que uno pueda formar.

Ver el amor que se tienen Paul y Lía ALIENTA y MOTIVA muchísimo, y DA MUCHA ESPERANZA a quienes buscamos el amor verdadero. Al verlos a ellos y conocer sus historias, uno comprueba lo que decía el Papa  Benedicto XVI alentándonos a no tener miedo a Dios y dejarlo entrar en nuestras vidas: “Él no quita nada, y lo da todo”. ¡Acercarse a Dios da tanto! ¿Cómo puede ser de otra manera, si Él mismo es Amor y la fuente de toda felicidad y amor humano? Cuando uno ve estas parejas que viven La Opción V y los frutos que vienen de eso, uno se da cuenta que uno gana mucho más siguiendo el consejo de Dios de vivir en castidad que dejándose llevar por los propios impulsos.

Mi deseo, finalmente, es éste: ¡Que todos seamos DICHOSOS y valientes para tomar La Opción V!

Valeria Garro, 22 años, Costa Rica, abril del 2015.

Artículo escrito para los jóvenes de La Opción V

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