El día que cambié la pornografía por el amor

Hasta hace un mes, nunca le había dicho a nadie (excepto a mi esposa) que solía ser adicto a la pornografía. Lo mantenía oculto solo para mí mismo, demasiado avergonzado como para decírselo a alguien.

Antes de que mi esposa me descubriera, nadie sabía. Siempre que me aburría, ingresaba a internet y miraba cientos de imágenes y videos. Así de simple y de accesible.

El pico fue cuando pasaba alrededor de una hora al día viendo porno. Quizá más. Fue un descenso rápido y en espiral en el que fui de la pornografía «estándar» hacia algo mucho más oscuro y siniestro.

«Pero, ¿y qué tiene de malo?«, dice la gente, «eso es lo que hacen los hombres. Ellos son seres sexuales y es normal para ellos ver pornografía”.

Esta es la gran excusa que deja desprotegida a nuestra sociedad de los efectos devastadores de la pornografía. Confía en mí, he estado allí. No es normal.

En mi opinión, la pornografía es el asesino silencioso de la moral y la virtud en nuestra sociedad. Con el aumento del hábito viene una percepción disminuida de la realidad, sobre todo la realidad de lo que verdaderamente es el sexo y cómo las mujeres deben ser tratadas.

Es un círculo vicioso. Cuanto más se mira, más se encuentra. Cuanto más se encuentra, más se mira. Cuanto más se mira, más se deforma la realidad del sexo. La pornografía es adictiva. Es emocionante. Es difícil detenerse, e incluso cuando lo haces, las imágenes toman meses, tal vez años, para salir de tu mente.

¿Cómo me detuve? No lo hice. Fui detenido. Por mi esposa, quien era mi novia en ese momento. Se enteró de que estaba viendo pornografía, pero ella no sabía la magnitud del problema. Después de un debate muy franco y prolongado sobre lo devastada que se sentía por el hecho de que su novio estuviera viendo porno con regularidad y a sus espaldas, ella me dio el ultimátum de la vida: «Si ves pornografía una vez más, terminamos.»

Esas son las siete mejores palabras que nadie nunca antes me había dicho. Ese momento en verdad proporcionó un gran punto de inflexión a mi vida. Dado que planeaba casarme con ella, tuve que tomar una decisión: abandonar la adicción a la pornografía o renunciar al amor de mi vida.

Voy a ser honesto: no fue fácil darme por vencido. La pornografía es satisfactoria de una manera retorcida. La echaba de menos al principio, aunque estaba contento por librarme de ella. Era una clase de culpa y vergüenza. Me sentía culpable después de cada exceso, y el hecho de que no se lo dije a nadie demuestra que sabía que había algo malo en ello. La mayoría de la gente sabe esto. No es como si el marido normalmente llegase a casa del trabajo, saludase con un beso a su esposa, devorase la cena y dijese: «Cariño, voy a estar en el estudio viendo porno. Ven y búscame si necesitas algo”.

La pornografía crea enormes problemas de confianza. Lo hizo en mi caso. Herí a mi esposa tan profundamente cuando se enteró de mi adicción, en el momento en que salíamos. Le tomó mucho tiempo para volver a confiar en mí completamente. Y fue lo justo. Las inseguridades que la pornografía crea en la pareja de quien mira no deben subestimarse. En mi caso, mi esposa se sentía subordinada a las mujeres que estaba mirando. Se sentía como si estuviera siendo comparada con las mujeres en las películas porno. Se sintió herida porque estaba engañándola mentalmente a sus espaldas. Me avergüenza ahora incluso pensar en cómo la hacía sentir.

En un mundo tecnológico de fácil acceso, la mayoría de la gente se cruza con la pornografía en algún momento. Los padres necesitan tener conversaciones con sus hijos para enseñarles lo que significa el sexo: amor, entrega de sí mismo, sacrificio. No lujuria, uso de los demás, ni fantasías.

Siento que soy uno de los afortunados. Me liberé de las cadenas de la adicción a la pornografía porque mi esposa me perdonó y me apoyó. Otros están atrapados en una red de engaños y de adicción. Es un gran problema, uno del cual rara vez se habla públicamente y con la verdad… Uno que debe ser discutido.

Dominic Meese, Australia

FUENTE: The Chastity Project

Traducción de Julieth Ibagón

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