La inadecuada sexualización de los niños es cada vez más preocupante y es un desafío cultural significativo.
Ha llegado el momento para que los padres se enfrenten a la cultura de la sexualización de los niños pequeños.
¿Quién podría haber predicho hace una década que uno de los temas más urgentes que enfrentarían los padres y psicólogos en este siglo sería el marketing de la sexualidad adulta a los niños pequeños? Algunos optimistas podrían discutir que la producción de los pequeños zapatos de salón con tacos para niñas de dos años de edad no significa nada; pero tangas, brassieres y kits para el baile del tubo hechos para niñas de siete años son signos nada ambiguos de una moda que ha obligado que grupos profesionales y gobiernos comiencen a tomar cartas en el asunto.
En el 2007, la Asociación Americana de Psicología publicó un informe sobre la sexualización de las niñas, teniendo en cuenta que esta forma de auto-objetivación está vinculada con «tres de los problemas de salud mental más comunes de las niñas y las mujeres: desórdenes alimenticios, baja autoestima y la depresión o estado de ánimo depresivo.”
Poco después de esto, un comité del Senado australiano llevó a cabo una investigación pública e informó en el año 2008 que «la inadecuada sexualización de los niños en Australia es cada vez más preocupante» y es un «desafío cultural significativo«.
A principios de este año, un informe encargado por el Ministerio del Interior Británico confirmó que la sexualización de los jóvenes (no sólo de niñas) es un problema grave.
Y, sin embargo, la sexualización de los niños dice más acerca de nuestras actitudes en el sexo que nuestras actitudes para con los niños.
La raíz del problema es que los niños —las personas que son culturalmente, físicamente y mentalmente muy jóvenes para involucrarse sexualmente como adultos— están siendo moldeados y modelados para que coincidan con una cultura de adultos erotizada.
Aunque este problema se resume en productos y marketing dirigidos a los niños, los activistas anti-sexualización critican también el material sexualizado dirigido con mayor frecuencia a un público mayor. Anuncios de lencería, «revistas para hombres», y el general, el principio de «el sexo vende» es evidente en mucha publicidad; todos estos son objetivos razonables de la campaña contra la sexualización. Los activistas reconocen que los conceptos objetables y el material promocionado a los niños pequeños son una extensión de lo que está comúnmente disponible en el terreno adulto.
Incluso los críticos de la campaña implícitamente confirman que se trata de un problema de los niños de ser socializados en la cultura de los adultos:
«Intentar contener a las niñas del deseo natural de pintarse los labios con el maquillaje de mamá, leer revistas de la hermana mayor, jugar con su Barbie —que después de todo se parece a una mujer adulta— no puedo ver cómo eso va a tener un efecto más perjudicial que [lo que ocasionó] en mí y en mi generación en los años 50 y 60s».
Hay algo de verdad en esta defensa, como lo hay en estribillo de los expertos en marketing que dice que ellos no determinan los valores de la cultura, sino que simplemente emplean los medios más eficaces para vender un producto. Medios de comunicación y comercialización constituyen la vanguardia de una cultura sexualizada, por lo tanto son objetivos legítimos de los preocupados padres de familia. Pero incluso los ejemplos más flagrantes de comercialización sexualizada de los niños no han salido de un vacío cultural.
La sexualización de los medios de comunicación y de marketing es informado por la creciente sexualización de la sociedad y su cultura, que a su vez puede estar relacionado con cambios en el comportamiento sexual. En las últimas décadas, la vida adulta ha sufrido cambios significativos en el contexto de la sexualidad. Tres factores importantes son el aumento de la edad del primer matrimonio, el aumento de la edad de los padres, y la disminución de la edad de la primera relación sexual.
La edad media del primer matrimonio en Australia ha aumentado de 23,8 años para los hombres y 21,2 años para las mujeres en 1966, a 29,6 años para los hombres y 27,7 años para las mujeres en el 2008.
La edad media de los padres ha aumentado igualmente: de 29,7 años para los hombres y 26,9 años para las mujeres en 1983, a 33,1 años para los hombres y 30,7 años para las mujeres en 2008.
Es más difícil encontrar datos fiables sobre la edad de la primera relación sexual, pero un estudio de 2003 titulado Sexo en Australia encontró que la edad media de los hombres había disminuido a partir de 18 años entre los hombres nacidos entre 1941 y 1950, a los 16 años para los hombres nacidos entre 1981 y 1986. Para las mujeres en los mismos grupos de edad, la edad media de la primera relación sexual se redujo de 19 años a 16 años.
El patrón es muy similar en los EE.UU. y Gran Bretaña.
Lo que estas cifras revelan es una brecha cada vez mayor entre la experiencia sexual y de su contexto tradicional dentro de los ritos de paso, como el matrimonio y tener hijos. Si los jóvenes esperan a tener su «debut sexual» a los 16 años, pero se casan y tienen hijos en cualquier momento entre 11 a 17 años más tarde, entonces el sexo ya no está claramente limitado al contexto del matrimonio y la procreación. Entonces, ¿a qué contexto pertenece el sexo ahora?
Cuando el sexo es parte del paquete de casarse y tener hijos, está sujeto a un conjunto estricto de condiciones y responsabilidades. Las consideraciones prácticas, tales como el ingreso, el alojamiento, y la estabilidad general, se aplican necesariamente. El sexo se convierte en sólo un aspecto de un compromiso de por vida hacia otra persona.
Pero si el sexo está divorciado de todas estas condiciones, entonces nos quedamos con un acto meramente natural y agradable que está limitado sólo por las propias opciones y oportunidades en la vida. Esta es la forma idealizada del sexo en el mundo moderno. Todo lo que queda es maximizar el propio potencial sexual, mediante el cultivo de los atributos sexuales considerados más deseables en la sociedad actual.
En el contexto más amplio de estos puntos de vista opuestos sobre el sexo, la sexualización de los niños se ha convertido en un punto de conflicto. El conflicto surge porque la visión del sexo que promueve nuestra cultura es tan libre de restricciones y responsabilidades, que no hay nada, en principio, para disuadir o impedir que los niños sean socializados en él. ¿Cuáles son, después de todo, los requisitos para el sexo en esta forma idealizada? Consentimiento y oportunidad. ¿Cómo se pueden preparar los niños para tomar parte en este aspecto de la cultura de los adultos? Al maximizar su potencial sexual, de conformidad con los atributos sexuales considerados deseables en nuestra sociedad.
La verdad preocupante es que nuestra cultura está haciendo lo que se pretende hacer: preparar a los niños para su futuro papel como adultos. El problema es que en el contexto de las relaciones sexuales, estas funciones no requieren más que el logro de una cierta apariencia de los ideales sexuales promovidos dentro de nuestra cultura: la moda, el físico y la actitud. Las personas no necesitan la planificación a largo plazo necesaria para asumir compromisos para toda la vida. Ellos no necesitan la independencia financiera para mantener una familia. No es necesario tener en cuenta cómo van a relacionarse con su pareja sexual en diez, veinte o treinta años. Nuestra cultura no requiere que sean adultos, sólo parecerse a ellos.
Si la sexualización de los niños es una extensión lógica de nuestra cultura sexual actual, entonces el grito de guerra en defensa de la inocencia de la infancia en el fondo es un verdadero movimiento contracultural. Como campaña de base, representa una gran promesa para destacar tanto la «pedofilia corporativa» como la hipersexualización de la cultura circundante.
Este clamor no puede tener el poder para resolver problemas culturales subyacentes, pero da a los padres la oportunidad, y esperemos que también el coraje, para asumir la cultura en defensa de sus hijos.
Zac Alstin trabaja en el Instituto de Bioética Southern Cross en Adelaide, Australia del Sur.
Fuente: http://www.mercatornet.com/articles/view/defending_children_against_eroticised_adult_culture
Traducción: Fabiola Espinoza