La mayoría de los artículos que leemos sobre la educación sexual de los niños suelen dar los mismos consejos: “nombra las partes de tu cuerpo por su propio nombre, respeta los límites de tu cuerpo, no tengas ningún secreto con tus papás”, etc., y no es que estén mal hacerlo; sin embargo, olvidan que este tema no es tan sencillo y práctico como parecen ser para colocarlos en “tips de reels de instagram”.
La sexualidad es un don
El tema de la sexualidad no es sencillo porque es un aspecto del SER del hombre que traspasa toda la historia de la humanidad. Independiente del siglo que vivió, cultura o clase social que tenían, todos los hombres siempre tuvieron que ejercer su sexualidad expresándola tanto en el aspecto psicológico como físico. La sexualidad está en el cuerpo y alma.
Lamentablemente, muchas personas limitan el tema al pensar que es solo se refiere al acto sexual. No lo es; si lo fuera, efectivamente, sería sencillo y plausible de consejos prácticos.
San Juan Pablo II dice que la sexualidad es un don, una donación de uno mismo, porque fuimos hechos para el otro, no para sí mismo: “La sexualidad, riqueza de toda la persona, « manifiesta su significado íntimo al llevar a la persona hacia el don de sí misma en el amor ”[1].
Si la sexualidad es entrega de uno mismo y somos constituidos de cuerpo y alma; la plena sexualidad es donación física, psicológica, espiritual… donación total de la vida, que se expresa en el compromiso entre hombre y mujer hasta la muerte (el matrimonio[i]).
De esta manera, cuando se ve la sexualidad elevada al valor perpetuo que tiene el matrimonio, dejamos, naturalmente, la equivocada visión simplista de clases de biología que tratan la sexualidad como un acto puramente biológico que todos los animales practican. Vale resaltar que esta forma “animalesca” de ver la sexualidad tampoco toma en cuenta la moralidad de acto; por ende, se promueve una serie de vicios sexuales normalizados entre los jóvenes hoy en día, por ejemplo, las relaciones antes del matrimonio o la masturbación.
La sexualidad no es un tema negativo
Este falso entendimiento de la sexualidad lleva a formas equivocadas de enseñar a los niños. Es muy común que hablen desde una orientación negativa: “¿Cómo evitar el abuso sexual? ¿Cómo no salir embarazada? ¿Cómo no contagiarse por una ETS?”. La sexualidad parece que carga siempre conceptos negativos como el miedo, la inseguridad, la violencia. Así, al educar solo a partir de situaciones o reglas, caemos en el error: atender las consecuencias, no las causas de vivir una sexualidad mal entendida. Brindamos decenas de tips y nos olvidamos de enseñar a nuestros hijos cómo vivir verdaderamente el don de la sexualidad.
Efectivamente, esta enseñanza no es nada práctica en el sentido de fácil. No hay un check-list, dibujos ni libros que lo enseñan, pues se trata, como mencionamos anteriormente, de la entrega de uno mismo. Pero como solo podemos dar lo que se posee, es fundamental poseernos a nosotros mismos para poder donarnos.
Para poseerse es necesario, gobernarnos, tener dominio sobre uno mismo, solo quien vive de manera virtuosa alcanza dicho dominio. Por lo tanto, antes de más nada, educar a los niños en la sexualidad es educar a los niños en la virtud.
Una persona virtuosa sabe amar
Para Santo Tomás de Aquino, la virtud es el hábito o disposición estable de las facultades del alma (inteligencia y voluntad) para obrar bien. En la práctica, San Agustín nos enseña: “ama y haz lo que quieras”. Así, hombres y mujeres virtuosos y que obran bien son aquellos que saben amar.
Entonces, ¿cómo educar a nuestros hijos en las virtudes?, ¿cómo enseñarles a poseerse y entregarse por amor?
Educación de las virtudes en la práctica
Se sabe que mientras menor es el niño, menos “se gobierna”, es decir, menos autocontrol tiene y más se deja llevar por sus gustos y sentimientos “si quiero un helado antes del almuerzo y mi mamá me lo niega, lloro”, “si quiero un juguete que otro niño lo tiene, lo arrancho”. Esto es normal, porque su razón aún no está desarrollada. Por ello, la misión de los padres es mostrarles, poco a poco, qué es el bien y por qué se deben practicarlo siempre, independiente de sus gustos y/o emociones. Esta enseñanza debe tomar en cuenta la inteligencia y la voluntad, pues, una vida virtuosa implica entender (inteligencia) qué es el bien y ser constantes (voluntad) para hacerlo.
De esta manera, las virtudes ordenan nuestra vida afectiva (pasiones/emociones) y una recta afectividad es suelo fértil para vivir una sana sexualidad.
Ahora, ¿qué virtudes debemos enseñar a nuestros hijos? Comencemos con las virtudes cardinales, aquellas de las cuales se derivan todas las demás: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Como la primera etapa de los niños es sensitiva, es decir, todo aprendizaje pasa por los sentidos; empecemos por la virtud de la templanza, que es justamente la virtud que modera la atracción a los placeres. Para los niños, todo placer llega por los sentidos, por ejemplo, la comida.
En la práctica, enseñamos al niño a tener templanza cuando, por ejemplo, se le exige que coma solamente en los momentos de la comida; se le exige que coma de todo que le servimos, aunque no le guste; no se le ofrece postres todos los días; no tiene demasiados juguetes ni ropas. En resumen, quien tiene templanza, tiene una vida austera.
Una de las consecuencias de esta virtud, dice Santo Tomás de Aquino, es amar a Dios sobre todas las cosas y estar dejar un espacio para Él, pues Es nuestro fin último. Además, si uno vive una vida austera, sin demasiados placeres, es mucho más fácil combatir los placeres ilícitos, como la masturbación, las relaciones antes del matrimonio o, ya casado, la infidelidad al cónyuge.
Por otro lado, tenemos la virtud de la fortaleza, la cual que nos ayuda a resistir las tentaciones y a superar los obstáculos de la vida moral. Sabemos que muchos jóvenes empiezan la vida sexual justamente por el hecho de no saber resistir a las malas influencias del mundo, de sus amigos, es decir, por no tener fortaleza.
Ser fuerte es enfrentar los miedos, soportar tentaciones, renunciar al mal, saber sacrificarse. En la práctica, enseñamos al niño a ser fuerte en la medida en que aprende a no quejarse, terminar algo que empezó (aunque sea la tarea del colegio), hacer de la mejor forma posible sus tareas, hacer pequeños sacrificios por los demás (compartir con el papá o hermano su comida o postre), ayudar en las tareas del hogar, etc.
Si logramos consolidar estas dos virtudes durante la infancia, habremos preparado una tierra fértil para las demás virtudes y, por lo tanto, para ejercer correctamente su sexualidad, como don de uno mismo y como un gran don que Dios nos dio.
Bruna Freitas Cordeiro – Experta en Educación y Crianza Tradicional Católica y Homeschooling
[1] Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre 1981)
[i] No entraremos, en esta ocasión, en cómo esta donación se expresa plenamente en la vocación al sacerdocio o la vida religiosa.
* ¡Este Blog es un espacio creado para ti! Tú también puedes enviarnos tus preguntas, testimonio o reflexiones a laopcionv@gmail.com, con nuestro compromiso de guardar tu identidad en la más absoluta reserva. Con tu colaboración y participación podremos ser cada vez más quienes creemos que el amor verdadero sí existe, y que el camino para alcanzarlo es la castidad!