Empiezo contándoles que yo fui un seductor, y que hoy por hoy estoy casado y tengo dos hijas adolescentes. Mi intención al escribirles esto es la misma que tengo con mis hijas: advertirles, para que no se dejen ilusionar por palabras de amor y por promesas de matrimonio que lo que buscan es arrastrarlas lentamente al sexo. La castidad es la mejor protección no solo de los embarazos adolescentes y de las enfermedades de transmisión sexual, sino también de chicos que lo único que buscan es sexo. La castidad es la única protección para que no les rompan el corazón y las dejen muy heridas y lastimadas, como yo dejé a muchas en el camino.
El diálogo con mis hijas sobre el tema del sexo es un poco difícil, por lo que yo trato, a través de conversaciones con mi esposa, de hablarle a “Juan” para que entienda “Pedro”. Así busco decirles que a esa edad los hombres lo único que buscan es ver qué sacan y cómo se aprovechan de las chicas. Primero te agarran la mano, luego tratan de conseguir un beso, de ahí a ver qué parte íntima logran tocar y así continúan hasta llegar a la meta, el SEXO, sin la más mínima idea de lo que están haciendo y del daño emocional que pueden ocasionar a las chicas. Esto lo hacen los guapos o no guapos, ¡y qué difícil es resistirse al guapo!
Lo manipulables que son las mujeres puede ser un tema para un libro. Sin embargo, por mi humilde experiencia, les puedo decir que no hay nada más fácil que convencer a una mujer de algo que uno quiere. Esto se llama “el arte de la seducción”. Para conquistar a una mujer, sea la que sea y sin importar edad, hay que aprender a observarla, ver cómo viste, qué come, qué música escucha y empezar a darle todo eso poco a poco. Es un tema de paciencia en algunos casos, pero al final del camino, siempre caen. El efecto que se busca con esta conquista es llenar el lado sentimental de la mujer con una imagen de «su hombre perfecto».
Por ejemplo, en mi juventud un día en la playa conocí a una chica realmente hermosa y me decidí a conquistarla a pesar de que ella tenía tres años de noviazgo. La verdad, eso hacía que el reto fuese aún más interesante, y así empezó una odisea de aproximadamente un año, que fue más o menos el tiempo que me tomó para que ella terminara con su novio y empezara una relación conmigo. ¿Y adivinen qué? Esa relación no duró ni un mes, porque mi objetivo real nunca fue estar con ella, sino simplemente demostrarme a mí mismo que yo sí era capaz de ganar ese trofeo. Una vez alcanzada la meta y obtener lo que quería, se perdió el interés por la persona, aunque realmente nunca la había visto como tal sino tan solo como un trofeo más para mi colección.
Hoy tengo otra perspectiva, y como padre no me gustaría que les hagan sufrir a mis hijas lo que yo hiciste sufrir a aquellas chicas. Analizando mi conducta pasada, de mi época de seductor, me doy cuenta del gran daño que le ocasioné a muchas de esas mujeres que tan solo fueron un trofeo en la pared de mi ego, y con toda humildad, si pudiera, francamente hoy por hoy les pediría perdón.
Como padre de dos mujeres ruego que mis hijas no sean víctimas de un mercenario del amor como lo fui yo, y no tengan que sufrir nunca lo que sufrieron esas chicas, que tuvieron la mala suerte de toparse conmigo. Y si escribo esto es para ayudar también a muchas otras adolescentes a no caer en este juego de seducción, y alentarlas a vivir la castidad y no ceder en nada a las palabras bonitas que un hombre pueda decirles con el fin de “avanzar” en el terreno sexual. Chicas, ¡manténganse firmes en su propósito de vivir la castidad! Aprendan a decir NO con firmeza, y no se dejen manipular por palabras de amor o promesas de matrimonio. ¡Yo sé por qué se los digo!
Anónimo.
Escrito para La Opción V
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