Oye, tú. Te conozco. Te conozco cuando estás abrumada con el mundo. Cuando ir a clases se hace difícil. Cuando tus amigos te abandonan. Cuando tu novio rompe tu corazón. Te conozco cuando todos a tu alrededor están enamorados y tú te sientes invisible. Te conozco cuando todo lo que has hecho es sonreír cuando has sido golpeada día tras día.
Te conozco cuando vas a tu habitación en la noche y te dices a ti misma que no vas dar clic a esa página web. Te conozco cuando dices que solo mirarás un ratito. Te conozco cuando dices que no vas a avanzar mucho. Te conozco cuando dices que solo necesitas sentir algo bueno. Que solo necesitas un respiro. Te conozco cuando dices que va a ser la última vez, que después de esto no volverás a ver.
Te conozco después de un día, una semana, tal vez un mes, mientras mantienes la promesa. Te conozco cuando cada momento es una batalla, cuando te esfuerzas por cansarte para que ojalá puedas caer dormida apenas tu cabeza toque tu almohada, y no seas tentada por ese estúpido smartphone con acceso a todo. Y te conozco cuando eso no funciona. Y te conozco cuando caes. Cuando los «días desde que ya no» vuelven a cero, y le lloras a Dios diciendo «NO PUEDO HACERLO».
Te conozco porque yo era tú
Te conozco porque yo era tú. Luché contra la masturbación y la pornografía por 11 largos y frustrantes años. Caí una y otra vez. Hubo veces en las que justificaba e ignoraba el problema. Hubo veces en las que le daba otro nombre que sonara menos terrible. Googleé por algunas fuentes que me dijeran que lo que estaba haciendo estaba bien, que era una parte natural de la sexualidad. Pero ese nudo en mi estómago nunca se fue. Ese dolor en mi pecho que me decía «estás hecha para más que esto», persistía. Así que le rogué a Dios que me ayudara a cambiar.
Fue un largo camino, y uno no firme. Tuve meses de éxito y algunos no. Pero luego esos malos meses empezaron a espaciarse cada vez más.
Fueron dos meses, luego seis, luego un año, ¡luego dos!
Luego hubo un momento en el que me sentí victoriosa.
La tentación podía asomarse, pero ya no tengo miedo de estar en mi computadora. Mi iPhone no me asusta cuando estoy en mi cama en las noches. Tengo control sobre estas cosas. Tengo control sobre mi cuerpo.
A través de Jesucristo y su gracia salvadora, soy victoriosa.
¡El 2016 es tu año!
El 11 de febrero de 2016 se van a cumplir 1000 días desde que confesé el pecado de la pornografía. Sigo vigilante, pero lo que solía consumir mis pensamientos ahora es apenas un incidente.
Tú puedes vencer esto. Yo SÉ que puedes vencerlo. Empieza hoy, en este minuto. Vuelve a comprometerte a no dejar entrar nuevamente la pornografía a en tu vida. Empieza a contar los días en tu teléfono. Puedes descargar The Victory app. Establece una meta pequeña que nunca hayas alcanzado antes y véncela. Luego establece otra. Ármate con el Rosario, la Eucaristía, en una comunidad fuerte.
Dulce hermana, este es tu año. El 2016 será el año en el que rompas las cadenas que la pornografía tiene en tu vida.
Es hora. ¿Estás lista?
Orando por ti siempre,
Cecilia Warr
Traducción de Fabiola Espinoza
FUENTE: ThePornEffect