¿Amar con la Cosmo?

Nuestra sociedad actual presenta una gran ventaja con respecto a las generaciones pasadas en lo concerniente a relaciones de amor humano: por un lado, tenemos mayor libertad de elección de pareja. Nadie nos obliga a entablar una relación, cada uno elige libremente con quién estar, con quién casarse. Por otro lado, hay una gran conciencia de igualdad de jerarquía entre quienes conforman la pareja: el hombre y la mujer se ubican en el mismo plano. Esto representa un enorme avance que, puesto a nuestro favor, puede resultar en familias sólidamente conformadas. Sin embargo, vemos a nuestro alrededor permanentes fracasos de relaciones y matrimonios. ¿Por qué, si elegimos con absoluta libertad? Evidentemente, algo está fallando.

Por tal motivo, considero muy acertada la reflexión de Erich Fromm acerca del amor: no nos preguntamos qué es amar, no resulta difícil amar, no es el punto de debate. El problema del amor parece pasar por otro lado.

“Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema sea cómo lograr que se los ame, cómo ser dignos de amor.”1

La pregunta fundamental en torno al tema del amor no será ya ¿cómo amo? sino ¿cómo hago para que el otro me ame, para resultarle atractiva? Y, muchas veces, esto no implica únicamente mostrar “mi mejor versión”, sino que puede implicar “inventar un nuevo yo” para que el otro “me consuma” (como quien consume un combo en McDonald’s o un jean de Levis). En este punto, la autenticidad personal se derrumba ante los arquetipos, la moda, las pautas sociales establecidas, los comportamientos estándar. Hay que ser como la mayoría es, hay comportarse como el resto espera que nos comportemos. Así es como nos encontramos, por ejemplo, con numerosos programas y revistas de mujeres, conteniendo infinidad de informes, artículos y tests que brindan a las mujeres estrategias útiles para sus relaciones de pareja. Estrategias útiles, en la mayoría de los casos, para hacer que el otro me quiera. Podemos citar como ejemplo la revista Cosmopolitan, que en su última edición publicó el artículo El levante en las redes, cuyo planteo central es la siguiente cuestión:

“¿Querés seducir en Twitter o en Facebook a alguien que te gusta? Entonces, tenés que conocer las nuevas reglas del coqueteo digital.”2 Allí se proponen consejos como el siguiente: “Te mandó el mensaje que tanto esperabas (…)Lo ideal es que dejes pasar entre 40 minutos y una hora antes de responder. Se supone que sos una chica ocupada.” O también: “Si él te manda un SMS, respondé brevemente. Para una pregunta del estilo “¿Qué tal tu día?”, una buena respuesta es: “¡Muy productivo!”. No lo aburras con un mensaje larguísimo, lleno de detalles innecesarios.” Dicho en otras palabras: si querés que el otro te quiera, aparentá. ¡El mismo artículo lo dice!: “Tu objetivo es mostrarte interesante. Entonces, publicá cosas relevantes.”

Así es como, siguiendo estos consejos, la mujer va a conseguir una pareja que la quiera. Demasiado fácil, demasiado simple, demasiado falso…

La idea que se encierra detrás de este tipo de notas es que lo fundamental es conquistar al otro, y si para eso tengo que armar una pantalla irreal, la invento. ¿Y cómo hago para amar después? Eso no importa, eso saldrá solo, lo importante es ser amada…

Quizás debamos replantearnos este tema. Amar no es tarea fácil, no se da de un día para el otro, no es automático. Amar implica trabajo cotidiano, perseverancia en el tiempo y, fundamentalmente, elección libre. Si bien en un primer momento el otro nos conmueve y nuestra persona vive esto pasivamente (es decir, no hace nada para sentirse atraído, simplemente le sucede), el amor no es solamente eso. El amor trasciende la barrera de la primera atracción y el enamoramiento para convertirse en un acto plenamente libre que involucra todas las dimensiones de la persona:

“La llamada a la persona, para que implique su presencia en el amor primario, es una convocatoria a que lo haga como tal persona, es decir, según su naturaleza de espíritu personal, de ser este irrepetible y único sujeto espiritual que hay en cada amador, capaz de trascender la experiencia de lo efímero y su angustia.”3

Solo es posible una entrega de esta magnitud desde la autenticidad, desde la sinceridad del propio yo y desde el conocimiento del yo auténtico del otro. Las pantallas y estereotipos, los “tips” de la Cosmo, necesariamente deben ser dejados de lado ya que, en cuanto falsificadores de la propia personalidad, bloquean el encuentro íntimo con el otro. Probablemente aquí se encuentre el punto de apoyo del amor sólido, en aquello que el Dr. Cristián Conen denomina “actitud personalista” (contraria a la “actitud utilitarista”), que, entre otras cosas, nos llama a reconocernos como seres únicos, con una identidad irrepetible. Así podremos amar en la verdad, captando la manera individual y única en la que el otro se siente querido.

Tal vez debamos olvidar la actitud egoísta del “cómo ser amado” (actitud “Cosmo style”) y empezar a preguntarnos cómo hacemos, como personas, para amar a otra persona.

Lucila Coll, Profesora de Filosofía. luli-coll

1 Erich Fromm, El arte de amar, p. 4.

2 http://www.cosmo.com.ar/2013/09/el-levante-en-las-redes/

3 Pedro-Juan Viladrich, El Amor Conyugal entre la Vida y la Muerte II, p. 462.

FUENTE: Blog de Grupo Sólido; Fecha: 22/11/2013

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