¡Queridos jóvenes! A propósito de la analogía entre el diamante y el amor puro, he querido compartir con ustedes algunas otras comparaciones:
Lo primero, el nombre “diamante” deriva del griego antiguo (adámas) que significa “propio”, “inalterable”, “irrompible”. Cuando se opta por vivir la virtud de la castidad, nuestras relaciones se vuelven verdaderamente inalterables, irrompibles, fuertes y duraderas.
En segundo lugar, el diamante es el material más duro conocido hasta el momento y posee tenacidad (habilidad del material de resistir la ruptura debido a un impacto fuerte). La dureza de los diamantes contribuye a su aptitud como gema (piedra preciosa). Así mismo, la castidad, la pureza es la virtud más fuerte que podemos poseer, es la virtud que hace que las demás virtudes florezcan y permanezcan, es la que resiste ante las tentaciones y el que la posea, tiene la mejor de las gemas! Se define a la tenacidad como la firmeza, obstinación y constancia por cumplir un objetivo… ¡Obstinémonos en vivir la pureza!, porque no hay que olvidar que la meta es la felicidad plena, el amor perfecto, que sólo podemos alcanzar si trabajamos duro por formarnos un corazón puro. ¡Sin la virtud de la castidad no es posible llegar a ser plenamente felices! La pureza trae la dicha plena al ser humano.
En tercer lugar, la formación de los diamantes naturales es bajo condiciones de presión. La virtud también requiere las mismas condiciones, la forjamos ante la presión del mundo que te dice que “estás mal”, que “estás loco”, que “es imposible” y “de anormales” vivir eso en nuestros tiempos. La virtud no se desarrolla de un día para otro, muchas veces se ve sometida a situaciones de mucha presión. Pero así como el diamante, ¡¡sólo aquel que es capaz de resistir esta presión se convertirá en diamante!! El que ni siquiera intenta entrar en este proceso o se abandona en el camino, solamente será otra pieza de carbón…
En cuarto lugar, gracias a su pureza el diamante transmite la luz y aparece como un cristal transparente e incoloro ante nuestros ojos. Quien vive la virtud de la pureza es capaz de transmitir luz. Mientras más pura es el alma, más transparente se vuelve y más luz generará a quienes les rodean. Sin embargo, la luz puede resultarles molesta a quienes están sumergidos o están acostumbrados a vivir en tinieblas. A pesar de la oposición o del rechazo, no dejes de ser esa luz que alumbre los corazones de las gentes.
Y por último, el valor del diamante radica en poseer cuatro características importantes: “carat, cut, colour and clarity” (siglas en inglés que significan peso, talla, color y pureza”. Si el diamante deja de poseer una sola de ellas, pierde valor y deja de ser valioso. Vivir la virtud requiere también cuatro características inseparables, indivisibles: Castidad, Continencia, Coraje (valentía) y Certeza (vivir en Verdad, hacer lo Correcto).
Por el mundo habrá mucha gente que no sepa distinguir un diamante verdadero de uno falso, de una imitación barata. Tan sólo el joyero, que es un entendido en la materia, sabe reconocer cuando un diamante es valioso y cuando no. No tengas miedo porque en el mundo encontrarás muchos “ignorantes” en la virtud, muchos que no sabrán apreciarla y, peor aún, muchos que la despreciarán porque les molesta la luz que transmites al vivirla. Tú mantente firme en la certeza de que estás haciendo lo correcto y que de esa manera ganarás un diamante como fruto de tus esfuerzos y sacrificios, como fruto de tu paciente espera y terca obstinación por mantener tu pureza en medio de un mundo que tratará de arrebatártela porque no soporta que alguien sea diferente, puro.
Ten la certeza también de que Dios, el “verdadero joyero”, sabrá darte el verdadero valor que posees.
Vero O., Colaboradora de La Opción V.
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