Hace poco una joven, en medio de su confusión, nos hizo llegar una inquietud y quería saber nuestra posición sobre un artículo en el que la autora afirma que se arrepiente de haber esperado hasta el matrimonio para “perder su virginidad”. La autora del artículo, luego de contar su historia, termina concluyendo algo insólito: «Ahora estoy completamente convencida que el concepto de virginidad es usado para controlar la sexualidad femenina». ¿Nos preguntamos si habrá hecho alguna investigación que sustente esa convicción, o se basa principalmente en su experiencia negativa? Sigue diciendo: «Si pudiera ir atrás en el tiempo, no habría esperado. Habría tenido sexo con mi novio de la época —ahora esposo— y no me habría ido al infierno por eso. Nos hubiésemos casado a una edad más apropiada y me hubiera guardado mi sexualidad para mí misma».
Es importante que desde el principio entendamos que se trata de una experiencia traumática, fruto de una “opción” hecha no por razones positivas, sino por miedos, temores y presiones. Por tanto, su experiencia de ninguna manera puede tomarse como un patrón normal, y no es válida para quienes deciden esperar hasta el matrimonio por argumentos y razones positivas.
Lamento que Samantha Pugsley, la autora del artículo, haya pasado por una situación tan conflictiva con respecto al sexo. Lo adecuado habría sido que además de curar su trauma y cambiar sus ideas negativas sobre el sexo, se hubiese mantenido cerca de Dios, porque Dios no es enemigo del sexo. ¿Cómo podría serlo, si Él mismo lo inventó? No, Dios no es el culpable de que ella haya recibido un mensaje distorsionado acerca de la virginidad, o de los motivos por los cuales era importante guardarla hasta el matrimonio. Pienso que en vez de resolver su conflicto con un «si pudiera ir atrás en el tiempo, no habría esperado», lo justo habría sido buscar razones y argumentos positivos que sustentan que esperar es lo mejor.
Y para que no se dejen confundir por esta experiencia traumática, yo les puedo dar un testimonio totalmente contrario. Yo esperé y guardé mi virginidad hasta el matrimonio y les puedo asegurar que NO ME ARREPIENTO PARA NADA. Tampoco comparto la experiencia traumática de Samantha una vez casada y ,si pudiera ir atrás en el tiempo, volvería a hacer la misma opción: esperar. ¿Por qué? Las razones las encuentras aquí: Somos esposos, y queremos contarte nuestra historia…
Yo aprendí (en la Iglesia católica) que el sexo no es algo malo ni sucio. ¿Cómo podría serlo si a través del él llegan los hijos, si a través de él se unen los esposos, estableciendo una conexión muy íntima, experimentando un gozo que va mucho más allá del solo placer físico? El sexo es un regalo que Dios nos da para poder disfrutarlo verdaderamente, pero antes y fuera del matrimonio se presta a muchas distorsiones. El sexo se vuelve en contra de la mujer y del hombre cuando lo que se busca es únicamente satisfacer los propios impulsos o deseos (muchas veces disfrazados de “amor”), haciendo de él un acto egoísta en el que se utiliza al otro, aunque haya mutuo consenso. El acto sexual, que está llamado a ser la expresión más sublime del amor entre el hombre y la mujer, tarde o temprano termina causando mucho daño a los involucrados cuando se le despoja de su verdadero significado, cuando se lo sustrae del contexto explícito de un compromiso duradero, que es el matrimonio. Pero cuando se sabe esperar, cuando se da en el momento y contexto apropiado (hablo del matrimonio), es una hermosísima expresión de amor que une a los esposos en todo sentido y les permite participar del poder creador de Dios mismo. ¡No hay nada más maravilloso que eso!
Considero que es irresponsable dar a entender —como lo hace Samantha desde su traumática experiencia— que “esperar hasta el matrimonio es algo malo”. Su experiencia negativa no debe asustarte o hacerte dudar de tu opción de esperar hasta el matrimonio. La solución no está en que te sacudas de toda restricción y tengas sexo con tu novio apenas sientas que “es amor” para que no te traumes tú también, sino en entender las razones positivas que hacen que esperar sea algo verdaderamente positivo y bueno para ti, para él y para la relación.
En este sentido estoy de acuerdo con Samantha cuando dice que «si quieres esperar a tener sexo hasta el matrimonio asegúrate de que sea porque tú eres la que quieres». Y sí, quienes hemos hecho la opción de vivir la castidad debemos asegurarnos de hacerla porque tenemos razones de peso y argumentos positivos que nos permiten entender que la castidad es EL camino para encontrar y forjar un amor verdadero.
La experiencia negativa de Samantha nos deja, pues, una lección importante: si elegimos esperar, hay que asegurarnos de hacerlo por las razones adecuadas y no por miedo, o por pensar que el sexo es algo malo o sucio, o porque “es pecado mortal” y nos vamos a ir al infierno si no logramos guardar la virginidad. ¡Esas no son ni pueden ser las razones por las que nosotros optamos por vivir la castidad!
Así, pues, no te dejes confundir en tu opción por personas como Samantha que no han tenido oportunidad de ser educadas en una visión positiva de la espera, que es la visión que nosotros procuramos darte en La Opción V.
Ivette C., Colaboradora de La Opción V
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