26 de septiembre: Día Mundial de la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes

“Día Mundial de la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes”, así lo llamaron el CELSAM, Centro Latinoamericano Salud y Mujer. Al encontrarse con un sinnúmero de mujeres adolescentes embarazadas, les pareció necesario buscar una solución, “concientizar a los jóvenes, madres y padres de familia sobre las implicaciones que representa un embarazado no planificado a temprana edad”, “brindar información para generar una actitud responsable en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de la población”.

Aunque suene muy bien y sea muy cierto cuando dicen que “la vida de las adolescentes que se enfrentan a un embarazo no planificado cambia drásticamente, pues se ven obligadas a dejar sus estudios, frecuentemente son víctimas del rechazo familiar y del maltrato, así como su condición económica y la de sus familias se ve severamente afectada”. Todo eso no son más que consecuencias de sus propios actos. Al tomar la decisión de tener relaciones, saben muy bien que pueden salir embarazadas o adquirir alguna enfermedad de transmisión sexual (ETS). Sin embargo, optan por su “derecho” de tener relaciones sexuales y se olvidan que todo derecho va de la mano de un deber. ¿Cómo pretender tener derechos sin deberes? ¡Imposible!

Dicen que quieren hacer reflexionar a los jóvenes y convencerlos de tener relaciones sexuales “seguras y responsables” y hacerlos tomar conciencia en cuanto a la importancia de la práctica anticonceptiva para evitar embarazos no planificados. Lo único que están haciendo con eso es promover las relaciones sexuales e incentivarlos a que las tengan, dándoles “medios seguros” para que no “sufran” ninguna consecuencia. Les ofrecen como alternativa distintos métodos anticonceptivos como si fuéramos seres solo de carne y hueso. ¡No somos animales! Nosotros, a diferencia de ellos, tenemos la capacidad de amar, que consiste en buscar lo mejor para la otra persona siempre, buscar su bienestar, ayudarlo a ser mejor, a ser feliz. No es un sentimiento que viene y va, sino una decisión.

Estoy cansada de que muchos piensen que nosotros los jóvenes no podemos controlar nuestros impulsos sexuales, que no sabemos dominar nuestros deseos, que “como ya estamos en la edad y vamos a querer experimentar” nos tienen que enseñar a “cuidarnos” de tener embarazos no deseados y enfermedades. Puede que muchos lo hagan con las mejores intenciones, que de verdad creen que dándonos preservativos nos están ayudando, pero se equivocan al pensar así, al creer que es la única opción que hay, la única “salida”. Nosotros, como seres humanos, tenemos la capacidad de dominar nuestros propios impulsos y no dejar que sean ellos los que nos dominen. ¿Por qué siempre buscar el camino que parece más fácil? Es la pregunta que siempre me hago cada vez que veo que pasa algo así. ¿Por qué no nos dan como opción esperar hasta el matrimonio? Un tiempo en el que, SIN MIEDO ni remordimientos, podremos vivir una sexualidad verdaderamente sana y libre de preocupaciones, no solo de salir embarazada o tener alguna enfermedad, sino también de las preocupaciones que llevamos en nuestra mente y que no nos dejan tranquilas, que no nos permite estar en paz con nosotras mismas… ¿Será el indicado? ¿Y si me termina? ¿Si ya no le gusto? ¿Si me es infiel? ¿Me casaré con él? “Si terminamos, se llevará algo que nunca le perteneció”, ¿Si ya no estoy con él, que le daré a mi futuro esposo, qué le diré?

Es verdad que esperar hasta el día en que nos casemos es difícil, requiere de mucho esfuerzo y autodominio, pero acaso ¿no vale la pena y, más que todo, la alegría?

Qué hermoso sería llegar al altar y decirle a tu esposo o esposa: Yo decidí dominar mis impulsos sexuales por amor a ti, decidí esperarte. A pesar de las dificultades, de lo que me ofrecía el mundo, de la presión que tenía, de las burlas, yo te elegí a ti. Te amé desde antes de conocerte.  

Muchos otros piensan, también, que “por ser hombres” no pueden esperar, que tienen “necesidades” que atender, que se enfermarán si no tienen relaciones… ¡que mentira! Jason Evert, un hombre casado de 36 años llegó virgen al matrimonio y ahora alienta a los jóvenes a vivir la Castidad con diferentes charlas y escritos; Eduardo Verástegui, ex actor mexicano que, después de haber llevado una vida llena de sexo y alcohol, se dio cuenta que esperar era la mejor opción y ahora va más de 12 años viviendo la Castidad; Kaká, futbolista brasileño, llegó virgen al matrimonio y ahora vive con su esposa una hermosa relación; David Luis, futbolista también, decidió esperar al matrimonio. ¡No son los únicos! Así como ellos, tengo a muchos amigos que han optado por la Castidad, que han decidido esperar, que aun sabiendo que es difícil, que cuesta, que siempre hay tentaciones, que los deseos sexuales están ahí, han optado por esperar hasta el matrimonio, han decidido no reprimir sus deseos, sino dominarlos!    

Además, pienso que, si suponemos que las consecuencias de las relaciones sexuales solo son físicas, aun usando métodos anticonceptivos no tenemos la seguridad de que funcionen. Siempre se corre un riesgo de que podamos salir embarazadas o adquirir una enfermedad. De ser así, ¿cómo poner en riesgo a la persona que decimos amar? Si verdaderamente hay amor, ¡jamás pondríamos en peligro a esa persona! ¡Jamás la arriesgaríamos a tener una enfermedad! Más vale esperar, cueste lo que cueste, que apresurarnos por el simple hecho de querer sentir placer. Eso es tan solo una muestra de egoísmo, porque aunque parezca amor y muchas veces pensemos que lo es, no es así. ¡Es un acto egoísta disfrazado de amor!

¿Por qué no empezar a apostar por nosotros, los jóvenes? ¿Por qué no vernos capaces de optar por un camino difícil, pero verdaderamente SEGURO? ¿Por qué no mejor cuidar, además de nuestro cuerpo, nuestros corazones?  ¡Nosotros sí podemos!

No solo deberíamos tener la opción de elegir entre los distintos métodos anticonceptivos como suelen proponernos hoy en día, sino ante todo hablarnos de que somos capaces de dominarnos y que el mejor camino para hacerlo es el de la Castidad, un camino difícil, pero que está lleno de hermoso frutos, una virtud que nos hace hombres y mujeres de verdad y que nos ayuda a forjar nuestra paciencia y autodominio, que nos llena de gozo y nos hace libres no solo de enfermedades y embarazos no deseados, sino también de remordimientos, inseguridades y miedos, así como nos lleva a vivir un matrimonio sólido, algo que en la sociedad se ha ido perdiendo al pasar los años.

Nosotros los jóvenes sí podemos esperar. Yo tengo 18 años y he optado por la Castidad y apuesto mil veces por ella y por todos los demás jóvenes que, así como yo, quieren vivir un amor auténtico, y no ser usados como objetos, sino amados como personas, en nuestra plenitud, con nuestros defectos y virtudes, tal y como somos.

Sin embargo, para los que no supieron esperar, ¡todos nos equivocamos! Nunca es tarde para volver a empezar. Si son verdaderamente responsables de sus actos y asumen lo que les toca vivir, los frutos empezarán a ser buenos, porque aprenderán de sus errores y ya no serán ocasiones que los harán retroceder, sino, al contrario, avanzar, y desde su experiencia podrán ayudar a los demás a no cometer los mismos errores.

M.A., 18 años, Colaboradora de La Opción V

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